"Del vocabulario de condena pasamos a eufemismos que no dicen nada"
Los invisibles
Creció en los Amarillos y su butaca es una silla de ruedas en la que lee, ríe y escucha a Bob Dylan ·Representa a un colectivo al que defiende con la reivindicación pero sin victimismo
CORRER es de cobardes, sentenció el bético Rogelio. Gonzalo Rivas (Jerez, 1959) lo mejora: "Andar es de mediocres". Estudió Filosofía Pura, no se imagina la vida sin una silla de ruedas y es secretario general de un colectivo de discapacitados físicos y orgánicos andaluces que representa a casi medio millón de personas. Es amigo del ministro Bernat Soria.
-¿La silla de ruedas está en su currículum?
-Soy de vocación temprana. Cogí la polio con ocho meses. Tenía claro mi destino. Me preparé desde pequeño.
-¿No fue caballero andante?
-Como mucho, rodante. Además, mi padre trabajaba de administrativo de Los Amarillos. Me venía de familia.
-¿Vivió la marginación?
-Crecí en una familia de siete hermanos. Eran tiempos en los que un niño con paralís, como se le llamaba, era un estigma, una condena. Se notaba en el vocabulario. No había los eufemismos de ahora. Te decían tullido, baldado, flojo de remos. Hoy hemos pasado a lo contrario. Le llamamos hábitat geriátrico a un asilo. Es políticamente incorrecto decirlo, pero en vez de avanzar tanto en el lenguaje para no decir nada, se debería avanzar más en los hechos.
-Ha llegado de Ronda a la Ronda con sentido único. ¿Qué tal?
-La peatonalización nos favorece mucho. Para el Metrocentro contaron con nuestra opinión. Es un avance ir desde la Alfalfa hasta la Universidad sin obstáculos.
-¿El discapacitado nace o se hace?
-El tullido, el paralítico es el entorno. Los tarados son los autobuses y las puertas que no nos dejan entrar. Por un puro principio de Física, yo no puedo ser discapacitado en una calle y no serlo en otra, que es lo que pasa. Si levantaran medio metro las aceras, estrecharan las puertas y empezaran a quitar gafas, veríamos crecer el número de discapacitados.
-¿Es su momento?
- Ya ha pasado la hora de concienciar. Hay que hacer algo más. Pero en el ideario de los políticos todavía no figuramos, están antes las mujeres y el medio ambiente.
-El puente de Calatrava en Venecia ha merecido muchas críticas porque no tiene rampas para personas con minusvalías...
-Los arquitectos siguen considerando la accesibilidad universal como un problema. Lo nuestro no es inherente, no es subjetivo, no es un problema identitario. Algunos dicen que encarece el coste de los edificios. Por esa regla de tres, no se debería gastar esa millonada en salidas contra incendios para los pocos que se calcinan.
-¿Son los últimos de la fila?
-No siempre. En la Expo, si tenías una silla de ruedas tenías tratamiento de vips. Yo creo que ya se puede contar. Había tantísimas colas que yo le dejé mi silla a un sobrino para que entrara en el pabellón de Fujitsu y yo me quedé tumbado en un arriate.
-¿Han pedido un cupo de entradas para ver a Madonna?
-Enviamos la solicitud y no hemos recibido respuesta. Hay artistas que incluyen en sus contratos una cláusula en la que exigen un espacio reservado para minusválidos, fíjate qué conquista. La sociedad tiene que mentalizarse de que todos llevamos una silla de ruedas a la espalda. Todos aspiramos a envejecer con dignidad.
-¿Dejó algún oficio en el camino?
-Con Ortega, yo soy yo y mi discapacidad. No me imagino el mundo sin silla de ruedas. Heráclito decía que carácter es destino. No sé si habría sido más feliz. La felicidad va mucho más allá de andar o de oír. Eso es de mediocres. Lo hace cualquiera. Y no da la felicidad. Casi todos los que se suicidan pueden andar, ver y oír sin problemas. Raramente se tira alguien en silla de ruedas desde un noveno piso.
-Borges ciego, Cervantes manco, Beethoven sordo, Enrique el Cojo maestro del baile...
-Yo creo que desde la discapacidad hay que reivindicar el derecho a la mediocridad. A nosotros, igual que al resto, no se nos puede exigir ser brillantes. Yo no tengo por qué saber de agujeros negros como Hawking, aunque vaya en silla de ruedas. Prefiero a Ironside con su furgoneta y su secretario negro. A mí me gustan las mujeres y el fútbol y no llego a más. Ya está bien del tópico de Van Gogh.
-Buñuel decía en sus Memorias que, como todos los sordos, él odiaba a los ciegos...
-En el fondo, todas las discapacidades son iguales. Algunos sordos se quejan de que su discapacidad es menos visible, porque los referentes son la silla de ruedas y el ciego con el bastón.
-Una novela de Javier Marías, 'Baile y sueño', transcurre casi entera en el aseo de minusválidos de una discoteca...
-La literatura se ha acercado mal que bien. Borges es un genio, no por ciego, sino por rotundo, y decía que la ironía de Dios nos dio el día y la noche. El cine toca mucho el tema, casi siempre rayando lo heroico o lo miserable. Uno de los resultados más dignos fue El regreso, la película sobre el Vietnam de John Voigth. Después hay mucho tópico. La cojera siempre dio mucho juego. Y el mudo, dotado de una memoria ancestral, que ha visto algo que no puede contar. O el ciego que ha oído algo, siempre hay un ciego que oye algo.
-¿El mayor obstáculo cotidiano?
-Hay bares que ya tienen el cuarto de baño adaptado, pero lo suelen usar para almacén. Yo siempre voy detrás del repartidor, y tienes que abrirte hueco entre la máquina del tabaco, la nevera de los helados y dos barriles.
-¿Le molesta que le ayuden?
-Todo lo contrario. Los de polio somos más flojos. Me niego a ver el sobreesfuerzo como conquista.
-410.000 discapacitados andaluces. ¿Se traduce en poder?
-Con la fuerza que da un objetivo común y tan nítido, si fuéramos conscientes de nuestro poder nos llevaríamos de calle unos cuantos escaños. Antes tendríamos que adaptar el hemiciclo. Es curioso. Los salones de actos están adaptados, pero no las mesas de las conferencias. No se concibe que uno de nosotros suba a hablar.
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