Un azulejo salvado in extremis de la piqueta
La valiosa pieza representa a la Virgen del Dulce Nombre junto a San Juan y fue pintada por Enrique Orce en 1924 Se encontraba en un chalet de Nervión
Una historia con final feliz. La Hermandad de la Bofetá se encuentra inmersa en la recuperación de buena parte de su patrimonio, empezando por sus imágenes titulares. En los próximos años, el paso de misterio o los valiosos bordados juanmanuelinos del palio recobrarán todo su esplendor gracias al ambicioso plan de restauraciones puesto en marcha por la junta de gobierno que preside Manuel Casal de cara al primer centenario de la reorganización de la cofradía, en 2019. De manera inesperada, una nueva pieza se ha sumado a la lista. La hermandad ha podido salvar y restaurar un azulejo de la Virgen del Dulce Nombre y San Juan Evangelista realizado en 1924 por el ceramista Enrique Orce Mármol en la fábrica trianera de Ramos Rejano, palabras mayores en el mundo de la cerámica. Este retablo, además de su extraordinario valor artístico, encierra otros atractivos, como que se basa en la primera fotografía tomada a la Virgen y a San Juan en el taller de Castillo Lastrucci, un retrato de la imagen antes de que el imaginero, entre otras modificaciones, le añadiera las lágrimas en 1927.
En la hermandad era conocida la existencia de este retablo cerámico de la calle Rico Cejudo, entre otras cosas porque se encontraba en el chalet contiguo al que fue construido y rifado por la hermandad en 1923. Lo que no está muy claro es quién encargó esta obra, como explica Juan Pedro Recio, archivero de la cofradía: "Sólo sabemos que el dueño de la casa era un señor de Córdoba afincado en Sevilla. Es quien encarga el azulejo, pero no consta en los listados de hermanos".
La fotografía en la que se basó Orce para pintar las imágenes fue realizada por el fotógrafo Cecilio Sánchez del Pando en el taller de Antonio Castillo Lastrucci, en la calle San Vicente, el lunes 14 de enero de 1924, durante una visita de la comisión promotora de las imágenes, previa a su bendición, acontecida el 24 de febrero de ese año. La instantánea sirvió también para la convocatoria de la misa de acción de gracias celebrada en septiembre del mismo año con motivo del traslado de la hermandad desde San Román a San Antonio de Padua. Esta fotografía reproduce a la Virgen del Dulce Nombre antes de la remodelación hecha por Castillo en 1927, por lo que en el retablo quedaron plasmados rasgos y curiosidades hoy perdidos y desconocidos por muchos. "Es la primera foto de la Virgen y la vemos como se concibió: sin lágrimas y con los ojos de madera. En 1927 Castillo le añade ojos de cristal, le pone lágrimas y le talla levemente el entrecejo", señala Recio.
La voz de alarma a la hermandad ante el anuncio del derribo del chalet para construir pisos la dio Martín Carlos Palomo, estudioso de la cerámica y miembro de la web www.retabloceramico.net: "A mi me avisa a principios de año Manuel Pablo Rodríguez. Yo rápidamente aviso a la hermandad para que trate de salvarlo". Gracias a las gestiones realizadas y a la generosidad de la propietaria de la vivienda, Soledad Gordejuela Neira, y al arquitecto, Enrique Lacave, el retablo pudo ser desmontado por la empresa especializada Metis, Conservación y Restauración, que dirige Pilar Soler, quien lo ha limpiado y restaurado, devolviéndole todo su esplendor.
Martín Carlos Palomo afirma que la calidad e importancia el azulejo es "altísima", al ser tanto el autor, como la fábrica de primerísimo nivel. Orce, que no se prodigó mucho en encargos cofradieros, realizó este azulejo al mismo tiempo que el del famoso Studebaker de la calle Tetuán. Bajo su dirección se realizaron la mayor parte de los bancos de las provincias de la Plaza de España.
El hermano mayor, Manuel Casal, se muestra muy satisfecho por haber podido rescatar el azulejo: "Las gestiones no han sido fáciles. Pero todo ha salido bien. Estamos muy satisfechos porque pase a formar parte del patrimonio artístico de la hermandad". La pieza, de 100 x 105 centímetros se colocará en un autoportante y se colgará en el interior de la casa de hermandad, ante las dificultades de ponerlo en la fachada y para su mejor conservación.
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