Muere Paco Lira, el "ágrafo" que fue editor, galerista y tabernero
Medalla de la ciudad por unanimidad, dejó el colegio a los 10 años y recibió un homenaje en la Universidad de Sevilla
"Se ha ido como ha vivido, muy dulcemente, con una enorme generosidad". Lo dice Pisco Lara, el tercero de los ocho hijos de Paco Lira (Sevilla, 1927-2015), que ayer falleció a las tres de la tarde en su casa de la calle Levíes, la mítica Carbonería, a consecuencia de un ictus cerebral.
En la puerta colocaron dos carteles con la leyenda "Cerrado por defunción" como si uno no bastara para una vida tan densa, tan vivida. Y tan poco escrita. "Mi padre era un ágrafo prodigioso", dice Pisco de quien abrió las puertas de su casa a tantos libros que formarían una impresionante Biblioteca Paco Lira. Allí presentó su amigo José Bergamín en 1981 Música callada del toreo, que dedicó a Rafael de Paula con una addenda para Curro Romero.
Fue un mecenas de artistas y bohemios como Lorenzo de Médicis en Italia o Lord Holland, el anfitrión de Blanco White, en Inglaterra. Con 10 años dejó el colegio y el 30 de noviembre de 1999 recibió un homenaje de la Universidad de Sevilla al que se sumaron amigos como Agustín García Calvo, que tuvo en la Carbonería su ágora cuando en 1959 se incorporó al claustro de profesores de la Fábrica de Tabacos.
Hoy tendrá lugar un responso por Paco Lira en el tanatorio de San Jerónimo. Pisco Lira estaba desbordado por las llamadas y los abrazos. Lo acompañaban dos viudas casadas con el legado de la Carbonería. Isabel Escudero, la compañera de García Calvo, y Natalia Turrión, la esposa del llorado Rafael de Cózar con quien el pasado 20 de noviembre participó en el octogésimo cumpleaños de Paco Ibáñez con el colofón de la visita policial para precintar el local.
"Este precinto es definitivo y fatal", dice Pisco Lira de la muerte de su progenitor. A finales de año se cumplirán 40 años de la apertura del local junto a la plaza de las Mercedarias y a la casa-palacio donde nació Mañara.
Paco Lira era hijo de un entrador de reses del matadero natural de Cazalla de la Sierra que le regaló el primer local en la calle Beatriz de Suabia, una huerta próxima a la Gran Plaza en la que Paco Lira recordaba a Farruco, el abuelo de Farruquito, y a Chocolate en pantalón corto. Con el nombre de La Cuadra, después se trasladó a Heliópolis, una sede de corta vida, clausurada cuando el gobernador civil prohibió una exposición de Paco Molina.
En el tercer local, posteriormente expropiado para construir el hotel Los Lebreros, es donde el cantautor Pete Seeger, acompañado por su hija y el indio Floyd, se presentó una noche para oír cantar a Antonio Mairena. La autoridad gubernativa prohibió un recital que el norteamericano iba a dar con Raimon y Pi de la Serra.
Con motivo del homenaje en la Universidad, hace quince años, este ágrafo se vio homenajeado por algunos de sus autores en el libro Homenaje a Paco Lira. Entre ellos figuraba Fernando Ortiz, a quien La Carbonería, el cuarto local de este trasiego de espacios, le editó Manual para un veraneante perpetuo. Paco Lira editor, galerista, representante de artistas, como cuando un día apareció en Radio Nacional para que Jesús Quintero, en El Loco de la Colina, entrevistara a Tía Juana la del Pipa, inmortalizada en una fotografía junto al mostrador.
Era todo menos tabernero. Presumía de que no sabía tirar una cerveza. La Carbonería, cerrada por defunción, era el Santo Grial de cientos de erasmus. El Ayuntamiento le dio por unanimidad la medalla de la ciudad.
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