Para cortar de raíz
Puntadas con hilo
Ocurrió con la derogación del Plan Centro y ahora Zoido se ha vuelto a enredar en un debate en Almirante Lobo innecesario y fácil de zanjar sin recurrir a herencias ni meter a técnicos por medio.
UNA de las claves de la comedia de enredo en la que se ha metido esta semana el gobierno de Juan Ignacio Zoido a cuenta de la tala de árboles en la calle Almirante Lobo la apuntaron los sindicatos municipales. Los políticos deciden las obras que desean ejecutar y luego los técnicos se encuentran con el problema: no se puede hacer un parking o un túnel o levantar una tubería sin quitar los árboles que existen en la zona. Algo así ha pasado en Almirante Lobo.
Hace más de un año, en junio de 2013, el alcalde y su delegado de Urbanismo, Maximiliano Vílchez, presentaron un proyecto de reurbanización de la calle que ya contemplaba la eliminación de los plátanos de sombra por otros árboles más adecuados para el entorno, según Zoido, por sóforas japónicas. La inversión ronda el millón de euros y, además, se va a acometer con casi un año de retraso. Por lo que el Ayuntamiento ha tenido tiempo y razones para iniciar el proceso con un poquito de más vista, esto es, para adelantarse a la jugada y evitar que la oposición y la calle, que es lo que más duele, se le echara encima el mismo día que cayó la primera rama.
Cualquier político sabe que la tala de un árbol, razones técnicas aparte, siempre suscita polémica. Y más en un centro histórico que cada vez va perdiendo más sombra. Era el mismo Zoido quien, en sus fructíferos años en la oposición, lamentaba el desierto en el que se había convertido la Avenida de la Constitución por ese capricho europeo del alcalde Monteseirín. Y bueno, al final, será Zoido quien amplíe la idea y deje su marca en otra vía señera. Eso sí, semipeatonalizándola, nada de peatonalización total. Y puestos a gastar casi un millón y a levantar la calle para reordenar mejor el entorno, ¿no sería mejor cerrarla totalmente al tráfico? Se preguntan algunos, que apuestan por que ese cambio de estética suponga también un mayor disfrute para el peatón. Pues no, parece que ése no es el estilo Zoido, que ya ha barajado una solución similar para la Plaza de la Magdalena.
En definitiva, el proyecto del PP para Almirante Lobo persigue sanear y modernizar las redes de la vía, reordenar el tráfico y los elementos de la calle -respetando la zona de carga y descarga- y cambiar su estética para que la Torre del Oro luzca al revirar la esquina del Coliseo. Y para eso hay que quitar los árboles. Estorban, no hay más. Ni hace falta apelar al vandalismo ni meter por medio a los técnicos con informes y ni mucho menos apelar a que los anteriores lo hicieron mucho peor. Quien acomete la reurbanización de Almirante Lobo es Zoido y lo hace porque así lo ha decidido y porque, cuando la obra acabe, podrá presumir del resultado. Y todo lo demás deja entrever un cierto complejo, un temor incomprensible a defender sus propias ideas como las más acertadas del mundo.
El debate de la tala de árboles recuerda al suscitado tras la derogación del Plan Centro, una promesa electoral que derivó incluso en una comisión de investigación para justificar la medida. ¿Qué más da que hubiera o no irregularidades en el sistema de control de las cámaras instaladas por el anterior gobierno para controlar el tráfico? La cuestión es que a Zoido no le gustaba el plan y que prometió quitarlo cuando fuera alcalde. No hacían falta más explicaciones. Y en Almirante Lobo tampoco, si acaso lo que sí sobra en este caso es que se dijera que los plátanos se iban a replantar. ¿Cómo, dónde y cuándo? ¿No quedamos en que están enfermos?
Tampoco hace falta caer en la demagogia, como hicieron esta semana la consejera de Medio Ambiente y el portavoz del PSOE, Juan Espadas. Dijeron que lo último es talar un árbol. Tampoco es eso. Si hay que talarlo se tala, lo suyo es adelantarse a la jugada y vender bien la historia, cortando de raíz la polémica antes de que vengan otros a alimentarla. Y eso es algo que sabía hacer muy bien Zoido en sus años de oposición. No deje que nadie marque ni condiciones el discurso del alcalde antes de pronunciarlo. Si va a recurrir a los informes técnicos, hágalo antes de que lleguen las motosierras. Y, si es preciso, cuente incluso las bondades de esas sóforas que convertirán a Almirante Lobo en un paseo con un estilo también muy europeo. Eso sí, con farolas fernandinas y coches, los precisos. Cualquier cosa menos mostrarse como un alcalde ofuscado, en la calle y en las redes sociales. Dice el refrán que quien se pica ajos come.
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