Nitrato de Chile, banderas de Sevilla
Calle Rioja
HOY es el día. La batalla de Chile, como la película de Patricio Guzmán, que puede terminar como la Araucana o como la Cantata de Santa María de Iquique. Nitrato de Chile. La primera embajada publicitaria de ese país hermano, pero no primo. Recuerdo el España-Chile de hace cuatro años. Era una Sevilla festiva y abigarrada, como si se presintiera el júbilo colectivo del 11 de julio de 2010.
Dos horas antes del partido, a modo de calentamiento, fui a la librería El Gusanito Lector para firmar ejemplares de un libro sobre la historia del Carmen Doloroso, la hermandad del Miércoles Santo de la calle Feria que fundaron unos soldados que hacían la mili en Marina en San Fernando. Me había documentado sobre el temible rival en el libro de Eduardo Galeano (Uruguay también se ha llevado lo suyo con Costa Rica) El fútbol a sol y sombra. Cuenta muchas anécdotas del Mundial de Chile de 1962, el año que murieron Belmonte y Marilyn. Y que Alfredo Di Stéfano quedó inédito en la selección española.
Era el último partido de la primera fase y también había presagios de despeñarse. La derrota contra Suiza no la había cicatrizado del todo la victoria contra Honduras. Chile era un todo o nada. Y por eso mismo la ciudad estaba llena de gente con camisetas rojas, de banderas en los balcones, que aumentarían exponencialmente en las batallas de Paraguay, Portugal y Alemania.
Pero el día del partido de Chile eran muchos más los colores que se veían en Sevilla. Las camisetas negras de los que había acudido al concierto de AC/DC en la Cartuja; el color morado de quienes hacían cola para participar en el desagravio al Señor del Gran Poder, a quien un iconoclasta le arrancó el brazo el 20 de junio de ese año, la víspera del partido contra Honduras. Banderas también color arco-iris, porque se preparaba el día del orgullo Gay, que siempre se celebra por estas fechas. La batalla de Chile era una pacífica guerra de guerrillas, banderas y banderillas en el penúltimo año del Gobierno de Zapatero, penúltimo mandato de la alcaldía de Monteseirín. Los penúltimos serán los primeros, pensaría Del Bosque después del tropiezo contra Suiza aquel Bloomsday de 2010.
El España-Chile del Mundial de Brasil, que parece un enunciado bolivariano, tiene lugar el 18 de junio. También recuerdo cómo fue ese día de hace cuatro años. Era el cumpleaños de mi hija, que eligió Sabores de Portugal para celebrarlo. Ese día murió José Saramago. La Serbia de Antic se las prometía muy felices porque venció a Alemania, pero después tiraron por la borda tanta euforia al perder contra Australia. Aviso para navegantes, ojo al jet lag de las antípodas.
La naranja mecánica se ha vuelto a estrenar casi cuarenta años después en todos los cines. Nitrato de Chile y furia española. Nuevo cumpleaños de mi hija Andrea y fiesta de fin de curso de mi hijo Paco en las Mercedarias de San Vicente. Proyectarán el partido en una de las tapias del patio del colegio. Con selecta nevería.
Un día después de la muerte de Saramago, Portugal goleó a Corea del Norte, la mítica rival del Mundial de Inglaterra 1966 que eligió a Eusebio como mejor jugador del torneo. El bar Chile, junto al pabellón del Perú, es una buena embajada balompédica para seguir la contienda. Junto al muelle de Nueva York. Añoranza de los discos de AC/DC, de la cirugía imaginera de Luis Álvarez Duarte, de los prolegómenos de aquel verano de 2010, el año más duro de la crisis en el día más festivo.
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