El abogado, académico y cofrade Eduardo Ybarra fallece a los 90 años

Obituario

Ha muerto como hermano número uno de la hermandad del Silencio. La iglesia de San Jorge de la Santa Caridad acoge su funeral.

El abogado, académico y cofrade Eduardo Ybarra fallece a los 90 años
El abogado, académico y cofrade Eduardo Ybarra fallece a los 90 años
Carlos Navarro Antolín

14 de enero 2014 - 17:14

Abogado, escritor, académico, humanista, católico comprometido con la Iglesia diocesana y cofrade reconocido. El hombre de la eterna sonrisa, de los buenos y señoriales modales y del tono de voz preciso. Sevillano antiguo de cuello cerrado con corbata hasta en los meses de verano. Este martes falleció Eduardo Ybarra Hidalgo en su casa de la calle San Vicente a los 90 años, que había cumplido el pasado agosto. Sevillano de 1923. De padre sevillano y madre de Medina Sidonia. Era el hijo mayor de Eduardo Ybarra Osborne y Socorro Hidalgo Enrile. Su vida está íntimamente ligada a la Hermandad del Silencio, con cuya túnica fue amortajado por sus familiares. En los últimos años era el número uno de la nómina de la hermandas. Era nieto, hijo y padre de hermano mayor. Y él también lo fue con notable éxito entre 1986 y 1991. Probablemente haya sido la responsabilidad de mayor notoriedad de entre las que desempeñó en su vida, como él mismo comentaba con desenfado en alguna ocasión. El patio de su casa solariega de la calle San Vicente -de donde cada Madrugada sale una treintena de nazarenos- está presidido por la antigua imagen mariana titular de la cofradía de San Antonio Abad, la que dejó de salir en 1954 para ser sustituida por la actual Dolorosa de Sebastián Santos. Cualquier hermano del Silencio que ha querido reencontrarse con esta imagen y orar unos minutos ante ella no ha tenido más que facilidades de todos los miembros de la familia para acceder al patio y contemplar a su antigua titular, flanqueada habitualmente por dos candeleros con la heráldica de las Cinco Cruces de Jerusalén.

Eduardo Ybarra fue criado en la casa familiar de la calle Miguel Mañara, en el seno de una familia numerosísima. Era el mayor de once hermanos: Socorro, Emilia, Salvador, Javier (fallecido a los 10 años), Carmen (religiosa irlandesa), María Luisa, Pedro (presbítero), Pilar, María Josefa, Alfonso y Tomás.

Estudió Derecho en Sevilla, donde se licenció en 1944, y amplió estudios en el Instituto Río Platense y la Fundación Millintong Drake. Perteneció siempre al Colegio de Abogados de Sevilla. En su condición de abogado ejerció como letrado del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Sevilla y de la Naviera Ybarra y Cía. Fue también secretario letrado del consejo de administración de Hijos de Ybarra, S. A. y miembro de distintas empresas. Presidió la Editorial Sevillana, S. A. entre 1984 y 1986 y también formó parte del Consejo Diocesano de Acción Católica y desempeñó el cargo de director de Cáritas Diocesana entre 1959 y 1983. El cardenal Amigo le concedió, precisamente, una condecoración eclesiástica por esta última responsabilidad. Trabajó con intensidad en la preparación de las dos visitas de Juan Pablo II a Sevilla, en 1982 (canonización de Sor Ángela) y 1993 (clausura del Congreso Eucarístico), por lo que fue de los sevillanos que recibieron la comunión de manos del Pontífice.

Desde muy joven fue una persona de notables inquietudes culturales. Fue miembro del Club La Rábida y socio fundador de la Asociación de Amigos del Museo y, paralelamente a su profesión, desarrolló una intensa actividad investigadora centrada en su familia y en Sevilla. Se preocupó siempre por enriquecer la biblioteca sobre temas sevillanos y de heráldica que heredó de su padre y que siempre tuvo a disposición de los investigadores en su casa, tal como recuerda el escritor y periodista Nicolás Salas: "Eduardo Ybarra manejaba su biblioteca con conocimiento perfecto de dónde estaba cada libro, cada documento, siempre dispuesto a responder a las peticiones de datos de sus amigos. Su biblioteca ha estado abierta a todos los que la han necesitado".

En 1989 ingresó en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, con el discurso titulado Mensaje del retablo de la Hermandad de la Santa Caridad. Fue director de esta institución entre 1993 y 1999. Entre sus obras se pueden citar Notas sobre D. José María Ybarra. Primer Conde de Ybarra (1984), Apuntes sobre una familia sevillana durante la Dictadura, la República y la Guerra Civil, 1923-1939 (1987), Sevillanías (6 vols., 1994-2002), Notas sobre la Hacienda de Santa Eufemia (1999). Su bibliografía también cuenta con un estudio biográfico sobre el primer marqués del Nervión y un estudio histórico genealógico de la familia Bécquer. Sus prólogos de libros, presentaciones y conferencias de diversos temas son innumerables.

Era Caballero de Malta, Caballero Comendador de la Orden Pontificia de San Gregorio Magno y maestrante de Sevilla. Nicolás Salas glosa su figura y su compromiso como ciudadano: "Puede decirse que Eduardo Ybarra Hidalgo ha hecho honor a sus raíces y ha ejercido las responsabilidades sociales y cívicas que le competen, por la alcurnia de su familia, por su formación, por su fe religiosa y por su capacidad de gestión. No hay una sola institución sevillana de rango donde no haya estado presente con su trabajo desinteresado, pasando siempre desapercibido, con una humildad ejemplar, ejerciendo la caridad sin que su mano izquierda supiera lo que hacía con la derecha".

No sólo perteneció al Silencio, donde se vistió de nazareno por última vez en 2003 y llegó a participar en la procesión de gloria de 2004. También era hermano de Los Estudiantes, aunque a él le gustaba decir de la Buena Muerte; la Cena, las Siete Palabras, el Santo Entierro, La Mortaja, la Sacramental del Sagrario y San Onofre. En su currículum cofradiero figura también su participación en la comisión que redactó los estatutos del Consejo de Cofradías en 1980. Como hermano mayor del Silencio destacó por la evidente apertura de la hermandad, que en sus años de gobierno vivió un verdadero crecimiento en el número de nazarenos. El Silencio dejó de ser una cofradía de cuatrocientos nazarenos para aproximarse de forma consolidada casi al millar. Su gran inquietud cultural la llevó también a la hermandad, donde recuperó las exaltaciones literarias a la Santa Cruz, titular de la cofradía, de la que en la hermandad se recuerda y se conserva editada la pronunciada por el escritor Antonio Burgos. Potenció también de forma notable la labor de caridad y la juventud nazarena.

Estaba casado con la sevillana María Antonia Mencos Armero, con la que tuvo trece hijos: Emilia, María Antonia, María Josefa, Eduardo, Socorro, Concepción, Reyes, Íñigo, Blanca, María, Francisco, Javier y Alberto, que es el actual hermano mayor del Silencio. Tenía ya numerosos nietos y bisnietos. El cardenal presidió una eucaristía en la capilla privada del Palacio Arzobispal con motivo de sus bodas de oro matrimoniales.

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