Teodoro Falcón
IV Centenario de la visita a Sevilla del rey Felipe IV (1624)
Rosa Fernández llega a casa pasadas las tres de la tarde. Su jornada laboral ha terminado, pero el trabajo no. A las tareas domésticas se suma la atención que ha de prestar a su hijo de ocho años, que pasa una media de entre dos y tres horas diarias realizando deberes en casa. Este alumno de tercero de Primaria estudia en un colegio público de Espartinas y no es la primera vez que las familias de dicho centro se han quejado del elevado número de ejercicios que se encargan a los menores fuera del horario escolar. Algo que no se entiende para los niños que con esa edad "marchan bien" en la escuela.
El exceso de deberes no es un caso aislado. Esta misma semana los telediarios se han hecho eco de la denuncia de un padre al colegio Isidro Parga Pondal, en el municipio coruñés de Oleiros, por mandar demasiadas tareas a los alumnos cuando regresan a casa. Para ello, se ha acogido a una normativa de la Xunta de Galicia aprobada en 1997 que lo prohíbe. En Andalucía no hay establecida una orden. Así lo confirman fuentes de la Consejería de Educación, que aseguran que el encargo de actividades fuera del colegio es competencia de cada centro o docente.
El debate no es nuevo. Siempre se ha cuestionado la conveniencia de los deberes en casa, sobre todo, para niños de Primaria. El decano de la Facultad de Ciencias de la Educación de Sevilla, Juan de Pablo Pons, explica que dicho aspecto está regulado por algunas autonomías -a las que están transferidas las competencias en enseñanza- pero en otras no, como ocurre en Andalucía. "Al margen del componente legal que pueda existir, no creo que con carácter general sea necesario que los alumnos de Primaria hagan deberes fuera del ámbito escolar", refiere el decano de Educación, para quien, no obstante, "debe buscarse siempre el vínculo entre la familia y el colegio, aunque ese lazo de unión no ha de ceñirse a la ayuda de los padres en los ejercicios".
Pons mantiene que "una sobrecarga de actividades llega a ser perjudicial en la formación académica", ya que los niños a esa edad necesitan de distintos tiempos para otros menesteres: jugar, sociabilizarse y desarrollar su capacidad creativa. Por tal motivo, aboga por "optimizar la jornada en el colegio". "Si no hay tiempo para que el alumno realice todo el trabajo en las cinco horas y media que permanece en el aula, entonces existe un déficit de gestión del centro", señala el decano.
En esta cuestión es inevitable hacer referencia a Finlandia, que siempre logra los mejores resultados en el PISA. Pero en la comparativa, como refiere Pons, hay que recordar que el sistema educativo del país nórdico en poco se asemeja al español: "Es un modelo más flexible, con una implicación mayor de las familias al ser muy integrador. El alumno goza de libertad horaria, pero adquiere un compromiso de llevar los ejercicios realizados al colegio, donde se trabajo mucho en grupo". Por contra, el sistema español es más estricto, se trabaja más en el aula y con horarios cerrados, de ahí que carezca de sentido la sobrecarga de deberes fuera de la escuela.
Teniendo en cuenta que en Andalucía no existe una normativa concreta, la decisión de mandar tareas para casa queda, en la mayoría de los casos, en manos de los docentes. Francisco Padilla, presidente del sindicato ANPE en Andalucía, señala que la opinión generalizada de los maestros es que lo deberes "ayudan a la formación del alumno y a que trabaje de manera autónoma", aunque especifica que "han de ser progresivos", por lo que en el primer ciclo no deben superar la hora, un tiempo que irá incrementándose hasta la ESO.
Sin embargo, dentro de la plantilla docente de un mismo centro existen distintas posturas al respecto. Eva Corento es tutora de segundo de Primaria en el colegio San Eustaquio de Sanlúcar la Mayor. Allí imparte Lengua, Matemáticas, Inglés y Conocimiento del medio. De las dos primeras asignaturas -consideradas troncales- encarga deberes, pero un compañero de la misma escuela no lo hace. "Es algo personal del maestro. Yo los pongo desde los seis años. Así se lo dije a las madres, porque creo que es necesario, ya que hay niños que en clase no trabajan todo lo que debieran y así se acostumbran a coger un hábito", explica esta docente. Para ello prepara fichas con operaciones matemáticas (sumas y restas, principalmente) y lecturas comprensivas con preguntas. Muchos de estos ejercicios suponen un "trabajo extra" para ella al tenerlos que corregir fuera de su jornada laboral.
"Por ahora ningún padre se ha quejado por los ejercicios que encargo, incluso en otro centro que estuve antes me pidieron que pusiera más", recuerda Corento, quien defiende que los deberes no pertenecen a un modelo de enseñanza "antiguo". "Ahora muchos colegios trabajan por competencia, es decir, con unidades didácticas creadas por los departamentos que se adaptan a los intereses de los alumnos. Este modelo incentiva más a los niños, pero también supone más esfuerzo para los maestros y para las familias, puesto que se encargan muchos trabajos que conllevan la consulta en libros e internet y la implicación de los padres", recuerda la maestra.
En el lado opuesto se encuentran las familias, que deben velar por que sus hijos realicen las tareas encargadas y, en más de una ocasión, resolverles las dudas. El presidente de la Fampa Nueva Escuela (federación de AMPA públicas de Sevilla), José Manuel Nieto, considera que los deberes se conciben como "las actividades que el menor ha de concluir en casa porque no le ha dado tiempo de acabarlas en el colegio". "Los deberes son un fracaso de la escuela que se transmite al hogar, porque algunos padres no tienen suficiente conocimiento para ciertos ejercicios específicos que los hijos no son capaces de resolver, como en el caso del inglés", aclara Nieto.
Para esta federación, al igual que opinan muchos padres, las actividades fuera del colegio son necesarias para niños que han de mejorar en alguna asignatura, pero no conviene generalizarlas. Algunas madres, como Rosa Fernández, temen incluso que la sobrecarga de deberes provoque en sus hijos un efecto contraproducente: "La desmotivación".
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