"La historia de Roma avanza gracias a los hallazgos realizados en Andalucía"
Antonio Caballos. Catedrático de Historia antigua y director del secretariado de publicaciones
Formado entre Sevilla y Alemania, este profesor y académico de Buenas Letras es uno de los referentes internacionales en el estudio de las elites y la epigrafía romana
-Usted tuvo como maestro en sus primeros años universitarios a Francisco José Presedo, descubridor de la Dama de Baza, pionero de la Egiptología en España... Un hombre que vivió la historia y la arqueología con pasión e intensidad.
-Presedo me abrió el camino del mundo. Fue una persona decisiva para que, una vez terminada la carrera, me marchase a Alemania a completar mis estudios en vez de quedarme en España para ser profesor de Instituto, como hizo la práctica totalidad de mis compañeros. Tuve la fortuna de vivir una Universidad en la que la figura del profesor con atractivo personal aún no había sido sustituida por la del funcionario docente. También recuerdo a José Luis Comellas, que para mí fue un auténtico maestro, o a Guerrero Lobillo... Eran auténticos referentes humanos, no sólo académicos o científicos.
-Dicen que la cultura de Presedo era proverbial.
-Era una persona enciclopédica. Siguiendo el aforismo ciceroniano, a Presedo nada le era ajeno. Conviví muy estrechamente con él en las excavaciones de Carteia, un magnífico yacimiento romano en el Estrecho, al lado de Algeciras, donde tuve mi primer contacto con la arqueología de campo con una cierta responsabilidad. Estábamos juntos las veinticuatro horas del día, charlando continuamente, viviendo en una venta junto a la excavación cuya dueña estaba casada con un militar inglés que se volvió loco durante los bombardeos de Londres. En esta venta junto al Peñón comían algunas señoras mayores inglesas y todo evocaba a la Segunda Guerra Mundial y al espionaje británico. También me marcó mucho la serenidad con la que, al igual que mi padre, aceptó plenamente su muerte... La hombría de bien con la que se enfrentó al trance.
-Alemania ha sido muy importante en su formación como historiador y como persona. ¿Por qué este país?
-Me atrae mucho el mundo germánico por su seriedad y rigor. También porque en mi ámbito de estudio, las elites romanas, Alemania es el referente absoluto. En la Universidad de Colonia, contacté con el que entonces era un joven y brillantísimo profesor, Werner Eck, una figura señera en la Historia Antigua mundial, que primero fue mi maestro y acabó siendo un amigo entrañable. También me vinculé a Géza Alföldy, catedrático en Heidelberg y un gran hispanista... Un día me llamó su hija para decirme que había muerto de un infarto dando un paseo por la Acrópolis de Atenas. Murió con las botas puestas, en el centro del mundo clásico. Me gustaría destacar también a Sir Ronald Syme, profesor de Oxford... Tres gigantes tanto en lo científico como en lo humano.
-A muchos nos da le impresión de que los alemanes admiran a los mediterráneos antiguos pero desprecian a los contemporáneos, un sentimiento que quizás se ha agravado con las tensiones internacionales derivadas de la crisis.
-Mi experiencia personal, sin embargo, me dice todo lo contrario. Los alemanes que yo conozco tienen un sentimiento de respeto e interés hacia España, menos chovinista, por ejemplo, que el de los profesores de los ámbitos galo y anglosajón. En Alemania siempre se me ha acogido como a uno más. Los problemas de España se viven allí con preocupación e inquietud. Quizás sea una visión apasionada, pero mis vivencias desmontan esa visión del alemán como un ser estirado, despegado, ultrarracionalista, incapaz de comprender los problemas humanos de la crisis.
-¿Es muy superior la universidad alemana a la española?
-Lo que verdaderamente diferencia a la educación alemana es su bachillerato. El Gymnasium alemán hace que el alumno asuma su propia responsabilidad y su propia formación, que entienda que el profesor es un aliado. Es un bachillerato muy fuerte, muy duro, que permite que aquellos que llegan a la universidad lo hagan muy preparados, con un gran conocimiento de los instrumentos intelectuales, de la capacidad expresiva del lenguaje, de los idiomas. A los profesores también se les exige al máximo, no para que enseñen un manual, sino para que guíen al alumno en su proceso de aprendizaje.
-¿Cuál es la gran enseñanza que le ha dejado la universidad alemana?
-El entender que la Historia es absolutamente artificial, una construcción que hacemos día a día. Yo creía que ellos me iban a enseñar la piedra filosofal, el método infalible para convertirme en un historiador y, sin embargo, lo que me transmitieron fue que lo único importante es el esfuerzo y el rigor sin límites, un rigor que debe teñir cualquier gesto cotidiano. También que la objetividad es inviable, pero que puede ser sustituida por la honradez intelectual y la crítica como motor de la ciencia. Allí se diferencia claramente lo que son las relaciones personales y la crítica científica, cuyos únicos límites son los de los argumentos, la razón y las fuentes.
-Como indicó antes, su gran tema de investigación es el de las elites romanas en la Bética. ¿Estamos ante el germen del señorito andaluz?
-En el mundo romano podemos hablar de una continua renovación de las elites. Era una sociedad extraordinariamente dinámica socialmente hablando, de tal modo que se puede hablar de aristocracia pero nunca de nobleza. No conocemos a ninguna familia aristocrática que consiguiera conservar el poder durante más de tres generaciones. Esto se debe a que la gran elite romana, los senadores, estaba sometida a múltiples presiones, porque eran los que soportaban económica, política, militar, ideológica y religiosamente al Imperio. Por su parte, en el caso de las elites locales, los decuriones, eran los que mantenían la economía de la ciudad, con el desgaste que eso conllevaba. No eran rentistas.
-Otro de sus campos de trabajo ha sido el de las fuentes epigráficas. ¿Por qué son tan importantes?
-Porque son fuentes que han llegado directamente a nosotros desde la antigüedad, sin la intermediación de los copistas medievales, como les pasa a las fuentes literarias. Esto ha sido posible debido a que estas fuentes, frente al pergamino o al papiro, están escritas en soportes perdurables, como son la piedra, el bronce o los metales preciosos. La epigrafía nos permite conectar directamente con la vida romana y mirar con los mismos ojos que los romanos.
-Pero son textos muy fragmentarios, muchos han llegado rotos por la acción del tiempo y del hombre... Inscripciones religiosas, jurídicas, funerarias, en monumentos...
-Son fuentes que por su naturaleza nos llegan muy fragmentadas y la tarea del historiador es completarlas... Interpretar las abreviaturas, contextualizar la inscripción con su ambiente. En lo que se refiere a la historia de Roma, la epigrafía nos permite enriquecer extraordinariamente la etapa que va desde el siglo I a. C. hasta el IV d. C. En este periodo, podemos decir que Andalucía es El Dorado de la antigüedad, una tierra de promisión para el historiador de Roma. Si estamos haciendo avanzar a la historia del mundo romano se debe en gran medida a los hallazgos que se han realizado en los últimos tiempos en Andalucía.
-¿Algún descubrimiento epigráfico reciente que arroje una nueva luz?
-Últimamente han aparecido publicaciones de gran tirada, e incluso películas, sobre una pretendida legión romana perdida en Escocia y su vinculación con el mito del Rey Arturo. Pues bien, una inscripción que ha aparecido en los almacenes de Itálica y que publicaré próximamente es una donación de un soldado ya veterano de esa Novena Legión Hispana, lo que demuestra que, evidentemente, esa unidad nunca se perdió.
-¿La epigrafía de la Andalucía romana tiene alguna originalidad?
-Sí, hay algo que nos distingue radicalmente del resto del mundo romano: la epigrafía en bronce, algo que se justifica por el acceso al cobre y al estaño que tenemos en Andalucía. Los romanos creían que sólo la intervención divina podía hacer que dos metales tan endebles generaran un metal tan noble y duradero. Se usaba para documentos que debían tener un carácter sacral, como leyes, tratados, cartas imperiales...
-¿Tuvo alguna importancia en esta abundancia de documentos epigráficos el carácter urbano de la Roma andaluza?
-Evidentemente, la densidad urbana del Valle del Guadalquivir en época romana era extraordinaria, igual o incluso superior a la actual, sólo comparable al Lacio, en los alrededores de Roma, o al Bajo Valle del Nilo, en Egipto. Ese mundo urbano y su necesidad de exhibir públicamente su normativa ha propiciado que en ningún otro sitio del mundo se puedan encontrar tantas fuentes jurídicas epigráficas como aquí. Son documentos de una extraordinaria importancia. Por ejemplo, en el Museo Arqueológico de Sevilla se exhibe la segunda inscripción más importante de la historia de Roma. La primera es el testamento político de Augusto, el creador del imperio, que está en Ankara.
-¿Y cuál es el contenido de la inscripción que se guarda en el Arqueológico?
-Es el Senadoconsulto de Gneo Pisón Padre. Este documento lo podemos considerar como la expresión escrita de la fundación del Imperio como nuevo sistema político, cuando el emperador Tiberio da un golpe de timón y el ejército y el Senado asumen que el destino de Roma está vinculado a la figura del emperador y su familia.
-Recientemente ha aparecido otro documento muy importante, el llamado Bronce de Osuna, que usted ha estudiado minuciosamente. ¿Qué tiene de especial?
-Desgraciadamente sigue guardado en una caja fuerte y sin exponerse en el Museo Arqueológico. Es importante porque oímos hablar, por primera vez en 2.000 años y con sus propias palabras, a Julio César y a Augusto. ¿De qué hablan? De una revolución absoluta que es la que permite que hoy en día hablemos en Europa de estados nacionales. Aunque parezca un juego de palabras, significa el paso de la Roma Imperial, una potencia expansiva y conquistadora, al Imperio Romano, una realidad ya vertebrada que permite que los provinciales puedan ser tan romanos como los nacidos en el Aventino. A partir de este momento se podrá ser romano fuera de Roma y el concepto de ciudadanía pasará a ser un concepto político, desvinculado de una ciudad. Esto se hace exportando a las provincias las formas de organización de Roma: un cuerpo de ciudadanos (votantes), una asamblea restringida y un cuerpo ejecutivo. Todo eso se plasma en este Bronce de Osuna..
-¿Es entonces cuando se crea la Sevilla romana?
-Sí, la Sevilla romana, al igual que muchas otras ciudades de la Bética, la organizó una gran figura del estado romano: Gayo Asinio Polión, un personaje que, al menos, debería tener una calle. Fue un íntimo amigo de César que, entre otros méritos, creó la primera biblioteca pública del mundo. Terminó retirándose de la política totalmente desengañado.
-Hablando de ciudades, usted ha investigado y escrito también sobre Itálica. ¿La conocemos tanto como creemos?
-Hay un gran desconocimiento sobre Itálica. La creencia común, incluso la de algunos historiadores, es que fue fundada entre 206 a. C. y 205 a. C. por Escipión. No hubo fundación como tal. Lo que hizo Escipión fue instalar allí un campamento militar provisional, interino, en el marco de sus operaciones para evitar que Aníbal, que entonces se encontraba en Italia, recibiese suministros desde Hispania. Itálica tiene la peculiaridad de ser la única ciudad romana cuyo nombre no está vinculado a ningún topónimo indígena prerromano. Pese a que nunca tuvo un papel administrativo oficial en la Bética, siempre fue un referente y siempre tuvo un deseo de diferenciación clara del resto de las ciudades. Por ejemplo, en la lengua: cuando en Hispalis los difuntos ya se expresaban en dativo, en Itálica se mantenía la expresión arcaizante en nominativo. Los italicenses siempre tuvieron la voluntad consciente de hacer renacer la vieja prosapia romana, de dejar claro que pertenecían a una ciudad romana del siglo III a. C. frente a otras urbes que, como Hispalis, no consiguieron este estatus hasta los años 50 a. C.
-Otras de las creencias populares es que es la ciudad donde nació Adriano.
-Aunque era de familia de Itálica, Adriano nació en Roma, donde su padre era pretor, lo que le obligaba a vivir allí. Sin embargo, en su juventud, lo enviaron a Itálica tras declararse una peste en la capital del imperio. Fue durante un breve periodo y, que sepamos, nunca volvió a Itálica.
-Ha sido una ciudad históricamente saqueada para obtener materiales de construcción.
-Ya inmediatamente después de la conquista de Sevilla por parte de Fernando III, su hijo Alfonso X dio permiso para que se explotaran lo que acabó llamándose las canteras de Itálica. Para colmo, la reciente ampliación urbanística de Santiponce ha supuesto la destrucción de todas las necrópolis, salvo las que están en la zona colmatada del occidente. Es una ciudad mártir, y su proximidad a Sevilla ha sido su fortuna pero también su perdición.
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