"La estructura de Santa Catalina está en buen estado"
El arquitecto Francisco Jurado afirma que todos los datos son normales tras los estudios de Geocisa. La intervención, menos costosa, sería para principios de 2014
Una intervención en la piel más que los huesos. Este símil médico sirve para explicar cuál es el estado real de conservación de la iglesia de Santa Catalina. El enfermo, que lleva nueve años con sus puertas cerradas, no está tan grave como se había dicho. Es más, Francisco Jurado, el prestigioso arquitecto que durante cuatro meses ha estudiado a conciencia y de manera minuciosa, junto a la empresa Geocisa, todos los movimientos del templo, es categórico al respecto: "Santa Catalina, a efectos estructurales, está en una situación inmejorable para llevar tanto tiempo así. El templo está muy sano". Tras descartarse el peligro de derrumbe, es el momento de redactar el proyecto definitivo de rehabilitación, que con casi toda seguridad será encargado por el Arzobispado al propio Jurado, profesional al que recurrió el propio arzobispo, monseñor Asenjo. La intención es que las obras comiencen a principios de 2014, aunque se hará todo lo posible para acortar los plazos.
El informe de la auscultación automatizada de Santa Catalina, realizado por la empresa Geocisa bajo la dirección de Francisco Jurado entre el 17 de enero y el 27 de mayo, fue presentado en el propio templo gótico-mudéjar. El arquitecto descartó cualquier afección estructural tras los análisis realizados, extremo que ya se había avanzado hace unos meses: "No existen movimientos progresivos. Los que hay tienen que ver con la variación térmica". La segunda conclusión es que los apeos (la estructura metálica que se había colocado en el interior del templo para sujetarlo) no estaban ejerciendo labor estructural alguna: "No estaban haciendo nada. Sólo han servido para asustar a la gente cuando entraba".
Los cuatro meses de estudio han servido para descartar los hundimientos en el suelo y la inclinación en los pilares de los que había alertado el arquitecto que redactó el primer proyecto de intervención, Francisco Granero: "Los datos hacen poco verosímiles , como mínimo, esas afirmaciones. Lo dejo ahí". Durante este tiempo, Jurado y su equipo también han estudiado las tensiones en la fábrica y las revelaciones también son muy positivas: "Hablamos de un edificio que presenta mucha seguridad, muy sano. Eso no quiere decir que no haya otros problemas que haya que abordar".
Una vez que con los datos en la mano está claro que la estructura es segura y no hay que intervenirla, Jurado explicó cómo será la obra que hay que acometer: "Serían dos fases. Una primera, en la que se trabajaría en el exterior y en las cubiertas en las que no se ha actuado. Paralelamente, habría que levantar la solería y trabajar en el subsuelo para estudiar qué es lo que hay y eliminar los focos que producen las humedades. La segunda fase es el acabado interior e iría en función de lo que se encuentre en la primera fase".
El arquitecto no quiso aventurarse sobre el tiempo que durarían los trabajos que culminarían en la reapertura de Santa Catalina: "Es como abrir un melón. Levantar y actuar en el subsuelo de este tipo de edificios lleva como mínimo seis meses, si no un año. Hay que tener paciencia. Ir sin prisa pero sin pausa". La inversión definitiva tampoco se conocerá hasta que se redacte el informe definitivo, pero sí será mucho menos que lo que hasta ahora se creía: "Un millón de euros menos será seguro, porque ya no hay que inyectar nada en el subsuelo. Después posiblemente se reduzca más todavía".
Para obtener todas estas certezas sobre el estado de Santa Catalina se han realizado diversos análisis. En primer lugar, se midió su geometría para conocer cuáles eran sus medidas reales. Para ello se utilizó un sistema de última generación que escaneó el templo en tres dimensiones. "No vinimos a medir con una cinta métrica o un láser. Hicimos una lectura completa de la iglesia. Eso nos ha permitido ver las medidas reales o los desplomes". Esos datos han dado a conocer que la fachada tiene un gran desplome o que los arcos tienen medidas diferentes. "Hay una serie de diferencias que obedecen más al proceso constructivo y a su evolución en el tiempo. No es una patología. No es un daño".
En segundo lugar, monitorizaron los movimientos mediante unos hilos con unos sensores que miden hasta centésimas de milímetros. También se colocaron unos electroniveles en el suelo. "La monitorización nos muestra que no hay movimientos progresivos y sí térmicos. Como en casa de uno". Por último, se estudió el comportamiento estructural. El modelo tridimensional reveló que la máxima tensión a la que trabajaba el ladrillo era de 7,5 kilos por centímetro cuadrado, unos valores normales pese a los desplomes. "Había que comprobar la tensión a la que eran capaces de trabajar los ladrillos. Geocisa es especialista en este tipo de ensayos". Se llevaron al laboratorio un bloque de la fábrica más antigua y se cargó con 15 kilos por centímcetro cuadrado durante cinco horas. "No lo notó. A los 28-29 kilos empezaron a aparecer las primeras fisuras. Cuatro veces más del peso real que tenemos en la iglesia. Se rompieron a los 58-59 kilos. El estudio confirma que tampoco hay problemas de resistencia en los muros y que funcionan perfectamente".
Con todos estos datos sólo resta que las obras comiencen cuanto antes.
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