Muere el arquitecto Félix Pozo
Él era de la calle Goles, yo de Miguel Cid, del mismo barrio de San Vicente. Él había estudiado en Portaceli, yo en San Isidoro, dos mundos diferentes. Él no era, a pesar de ello, religioso, yo venía de sacudírmelo. Él era de los Beatles, yo de los Rollings. Él era del Sevilla, yo del Betis. Él era algo capillita, yo dejaba de serlo. Así entablamos nuestra primera amistad en el primer curso de Universidad en Arquitectura. Era un curso selectivo y difícil en el año 68/69.
Pero tal aparente divergencia empezaba con coincidencias; nos interesaban las asignaturas artísticas y creativas y dábamos el nivel suficiente en las técnicas. En los dibujos de estatuas, apuntes o artísticos éramos rápidos y capaces. Ahí empezó nuestra verdadera amistad. Estudiábamos juntos por las noches, preparábamos conjuntamente nuestras propuestas y posteriormente nuestros proyectos en años sucesivos. Trabajamos como estudiantes en el incipiente estudio de Cruz y Ortiz en la calle Tetuán y ahí redondeamos una amistad inquebrantable.
Tomamos caminos diferentes en lo profesional, pero mantuvimos nuestras relaciones en lo personal, con años difíciles de relación en los que Félix buscaba una pareja adecuada a un desafortunado primer intento y yo empezaba a criar hijos. Apareció Olga, su compañera definitiva, durante estos años, y Félix se asentó. Vacaciones, viajes, caseta de feria, afición común a la navegación a vela inculcada por nuestro común amigo Perico y permanente puesta en común de proyectos, concursos y obras. La rehabilitación del Corral de la calle San Vicente, 100 es un ejemplo de proyecto y obra común.
Una relación fuerte de amistad en la que nuestras divergencias iniciales se convirtieron en un tesoro. Él era más amable, ¡yo más seco! Él era extrovertido, yo más enjuto; él buscaba en exclusiva la vía profesional, yo asimismo la docente. Nuestro cielo era un lugar complementario.
Tiré de él para construir un proyecto común docente en la Escuela de Arquitectura: Taller 8. Hemos pasado juntos muchos años de docencia. Siempre llevaba una excelente relación con los alumnos.
Su proyecto de vida se enriqueció con sus hijos Félix y Pepe a los que deja con 18 y 15 años, con una visión del mundo en tolerancia y amistad.
Durante estos últimos años, se aficionó al golf al contar con Olga y unas excelentes cualidades y me intentó llevar hacia él pero finalmente retomé la pintura, a la que sabía que finalmente él volvería.
A pesar de tantos años manteníamos una fuerte relación de amistad, era difícil disociar a dos amigos para el resto de compañeros, tanto en lo docente como en lo humano. Era una complementariedad consentida, tal como una pareja de hecho.
De una manera imprevista, la vida se ha llevado a Félix como en una cruel ruleta y sé que ahora estará preparando nuevos proyectos en común. Sé que está negociando mi llegada, porque Félix no distinguía entre ideologías, gremios o sevillanía, sino sólo entre bondades.
Una excelente persona y amigo, un excelente profesional, un enamorado de la vida en todas sus prismáticas caras y algo que se ha llevado de mí.
Espérame en el cielo, en el tuyo y en mi complementario que es el mismo, Félix, pero espérame…, espérame.
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