Preludio y Fuga de Carmen Calleja
calle rioja
Compromiso. El Ateneo de Sevilla le da un emotivo homenaje a la gobernadora, diputada y jurista que fue además presidenta de la sección de Ciencias Morales y Políticas de la institución.
SÓLO alguien como ella, "no he visto una persona menos sectaria en mi vida", dice Paco Robles, era capaz de conciliar en el Ateneo, con su presencia en diferentes actos, testimonios como los del papa Juan XXIII y del cantautor José Antonio Labordeta. Así era Carmen Calleja de Pablo. Ecuménica a su modo, conciliadora. Ayer la homenajearon en una de sus muchas casas, la institución a la que estaba predestinada como vecina de la calle Manuel Sales y Ferré, primer presidente del Ateneo, y en la que hasta su muerte ocupó la presidencia de la sección de Ciencias Políticas y Morales.
Antonio Ojeda, amigo de Carmen en los campos de la Política y del Derecho -"habría que escribir un libro de lo que supuso la Facultad de Derecho en los años sesenta, y no me refiero sólo a los que ocuparon cargos relevantes"- y Vicente Guzmán, rector de la Universidad Pablo de Olavide, repitieron presencia del homenaje en la institución universitaria en la que era presidenta del Consejo Social.
Pero no hay dos actos iguales cuando se trata de Carmen Calleja. Antes de las intervenciones, el joven pianista Francisco David Rodríguez Vela interpretó notas de un Preludio y Fuga de Bach. Una metáfora de quien fue preparando a los demás para su ausencia y demostró ser "la más fuerte en los momentos más débiles", como dice Lucas González Calleja, su hijo, que evoca a la lectora de clásicos, biografías y libros de historia que últimamente se entregaba a las incógnitas desveladas por el bosón de Higgs. En la previa sesión fotográfica, el Ateneo nominó una terna de Reyes Magos. Todos ellos aparecían junto a Carmen Calleja y la precedieron en su preludio y fuga: Alfonso Perales, José María Javierre, Juan Antonio Carrillo Salcedo. Pocas personas tan sectarias como ellos, tan humanistas, tan callejas, en lo que la única gobernadora civil en la historia de Jaén tenía de "lealtad no entendida como obediencia ciega" (Paco Robles), de exponente del "libre pensamiento" (Vicente Guzmán).
Como esas majestades del Ateneo, Carmen Calleja no se ha muerto del todo. Lo dice su hijo Lucas con palabras de François Mauriac: "La muerte no nos roba a los seres amados, muchas veces es la vida la que nos los roba". Presidió la sección de Ciencias Morales y Políticas del Ateneo en los mandatos de Enrique Barrero y de Alberto Máximo Pérez Calero. Éste además fue su médico de cabecera. "La enfermedad fue extraordinariamente traicionera con ella al final".
En tiempos tiquismiquis, a Carmen Calleja no se le caían los anillos por acompañar a Pérez Calero en la procesión del Corpus. Gobernadora en Jaén, diputada en la Carrera de San Jerónimo, era sevillana por los cuatro costados. Su hijo Lucas recuerda a su madre Carmen y a su abuela Aúrea Victoria viéndolo con catorce años en el patio de los naranjos del Salvador a punto de iniciar su primera estación de penitencia con Pasión. "Todos los años veíamos salir a San Roque y este año no tuve fuerzas para verlo solo".
Paco Robles la presentó en su programa de televisión como "un icono mediático de la Andalucía de la segunda modernización". "Me decía que era verdad, Paco, soy un icono mediático, la gente me para por la calle". Comprometida, valiente, cercana, severa, entrañable, rigurosa. La punta del iceberg de sus epítetos para una mujer que siempre tenía una misión en algún sitio, fuera para ir a Estambul a una reunión de la OTAN o a una sesión ateneística en Orfila.
En sus visitas al programa de Paco Robles, se confabularon para dos proyectos inconclusos, uno sobre la Universidad, "para sacarla de la Universidad", y otro más heterodoxo, inducida por la curiosidad que sentía cada vez que veía a Juan Miguel Vega y Manuel Jesús Roldán realizar su catálogo de los rancios.
El médico y presidente del Ateneo aprendió de su paciente la capacidad de discernir en momentos terminales aquello "por lo que vale la pena luchar y vivir". Las mujeres de los Lunes -allí estaban Rosamar Prieto, gobernadora como ella, o Lola Heredia- la echarán de menos en la caseta de Ignacio Sánchez Mejías. El artífice de la foto más universal de este Ateneo. Al Ayuntamiento lo representó Juan Espadas.
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