La estrella les perdió la pista
Cabalgata de Reyes 2012
Esplendor en la salida y puesta en escena, con el lunar de un adelanto que dejó a muchos niños sin ver a los Reyes. La carroza de los trasplantados, una invitación a la solidaridad.
Los Reyes Magos iban tan rápidos que dejaron atrás a la Estrella. Sólo la Luna, pletórica en cuanto anocheció, pudo seguir su frenético ritmo. El adelanto de los horarios provocó vaivenes de Madrugá madrugadora, vámonos que nos vamos, y hubo niños que llegaron a Feria y se quedaron sin ver al rey Melchor y a Bob Esponja. "Van muy rápido para regodearse en Los Remedios", decía alguien.
La salida fue apoteósica. Si el tiempo no lo impide, el marco de la Universidad es único. La autoridad en este caso juega a favor. Había caballos junto al foso de la Hispalense, pero no eran de los grises. Era la caballería del cortejo epifánico, no la del franquismo crepuscular que debió conocer Juan Ignacio Zoido cuando llegó a la Universidad para estudiar Derecho en el curso 74-75.
Muchos años después, Zoido entró por la puerta del rectorado, donde velaban armas los músicos de las Cigarreras, y subía las escaleras del Paraninfo. En los patios había ambiente de camerinos del Falla o de sueños de jarchas de Emilio García Gómez. Trasiego de escaleras para coronar a los Reyes. El servicio de seguridad es implacable cual honderos de Cartago. No dejan subir al yerno de Melchor ni al bibliotecario del Ateneo, Gerardo Pérez Calero, hermano del presidente de la institución que desde hace casi un siglo organiza la Cabalgata.
Las carrozas se alineaban en los patios exteriores, frente a la Sevilla del 29, y las bandas salían por la puerta que fue de Ciencias y ahora es de Filología. "Aquí hay polémica", dice la madre de un músico de las Cigarreras. "Iban con Melchor y se ha metido otra banda". Plante a las Cigarreras y en la Fábrica de Tabacos.
La carroza de los trasplantados que acompaña a Melchor siembra de esperanza y generosidad las calles de la ciudad. Antes, Luis Miguel Martín Rubio, Melchor en 2006, ha glosado los méritos de sus Majestades, la puerta de Palacio que ha abierto el doctor Pérez Bernal (Melchor); el viaje por el caudaloso Nilo desde el lejano comercio fenicio de Francisco Herrero (Gaspar), y el carisma del "ciclón de Persia", retrato de Rafael Gordillo (Baltasar), con su tropa de beduinos y balbinos. "Emaná vuelve", le decía Miguel Guillén, presidente del Betis, como si dudara de la negritud del africano del Polígono.
Ser rey mago en Sevilla es una mezcla de teología y halterofilia. Algunos juegan con ventaja. A San José, el padre del recién nacido adorado por estos Reyes de Oriente, lo encarna Eduardo García Morales, 21 años, fisioterapeuta de profesión. En algún lugar de la ciudad lo ve su madre, Reyes Morales, bisnieta de los vinateros manchegos que abrieron a mediados del XIX la bodega Morales. Reyes Morales coincide con la pintora Reyes de la Lastra antes de ir a ver la Cabalgata.
Numerus clausus en la Universidad. Rafael Carretero, soñador de portadas, verá en este colofón de las fiestas el final de la Navidad y el inicio de la primavera, con el rubicón de ese febrero de año bisiesto. Baltasar cierra el cortejo. Gordillo poderoso por las Maravillas, junto a las estatuas de César y Hércules antes de Trajano. Giro de la Lanzada, Longinos liberado de su mazmorra invernal.
Iconos cinematográficos: Narnia, la fábrica de chocolate e Indiana Jones, cuya carroza conduce un coche con el patrocinio de la academia de inglés de la calle Harinas. Los Reyes Magos no necesitan subtítulos. Las calles juegan a los vasos comunicantes. Los Reyes se dirigen a Triana. Las hermanas Cobo atraviesan el mar de gente de la calle San Eloy. Galimatías proustiano cerca de Galerías Preciados: "yo estoy al otro lado de la Magdalena y no puedo cruzar, tía". Es tarde de carreras, de abuelos velocípedos. La abuela ha vuelto a la Universidad, y reconoce a la nieta que no es ubicua. "No puedo estar en Los Remedios, aquí y con tu padre".
La calle Feria, por donde la Cabalgata pasó como una flecha, se había puesto con sus mejores galas para esta sesión continua. Por la mañana, el mercadillo del Jueves. Por la tarde, sus exóticas Majestades. Los Gitanos de Oriente cerraban el cortejo. Guiño al monarca postrero, hermano Gordillo de los Gitanos, inmortalizado como costalero por Martín Cartaya. La ex munícipe Paula Garvín ve pasar a la comitiva desde Marco Sancho, junto a la Ilustre Víctima. Melchor es el primero en la Campana y cuando pasa El Corte Inglés está vacío, con las cajeras del supermercado expectantes y pensativas en sus cubículos. La luna, caramelo gigante, era la linterna del Gran Acomodador. Le gustan más estos Reyes de Oriente que aquellos monarcas de Occidente que vestidos de astronautas organizaron una verbena mundial por una simple pisada.
La Cabalgata es el estreno festivo de Carmen Crespo, nueva delegada del Gobierno, segunda mujer después de Amparo Rubiales, que fue a su toma de posesión. Esta abderitana, gentilicio de los de Adra, pueblo de Almería del que fue nueve años alcaldesa, vio a los Reyes con sus hijas Beatriz y Lucía. Con el alcalde Zoido de anfitrión, que ocupó el cargo en 2002. Hace ya diez Cabalgatas. Cabalga, tiempo, cabalga.
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