Hay pegada sin Rubén (3-3)
Copa del Rey: Sporting-Betis · La crónica
El Betis saca adelante la vuelta copera a pesar de sufrir más de la cuenta ante el Sporting y estará en los octavos. Halilovic puso en peligro el pase, pero Van Wolfswinkel respondió.
El Betis estará en la pelea de ese enero loco en el que la Copa se convierte todas las semanas en la gran protagonista. Los hombres de Pepe Mel confirmaron el trabajo desarrollado en el Benito Villamarín y supieron resolver una situación que llegó a inquietar para dejar fuera de concurso al Sporting, un Primera como los verdiblancos. Sólo hubo un paréntesis de extrema inquietud, el que siguió al penalti transformado por Halilovic, ya que los asturianos se habían colocado a un gol del pase, pero, afortunadamente, no fue la cosa a peor. Hasta que Van Wolfswinkel confirmó su instinto depredador para desmarcarse y repetir con el cabezazo a un centro de Varela. El Betis, ahora sí, ya tenía su bola de nuevo en el bombo. Hay gol y pegada sin Rubén Castro en el campo.
Fue menos cómodo de lo esperado, los verdiblancos tuvieron que sufrir para asegurarse la clasificación en un partido que debía haber servido casi como un entrenamiento especial para quienes opositan a una plaza de titular. Unos lo aprovecharon más que otros, está claro, pero sí es cierto que dejaron apuntes para que Mel los vaya teniendo en cuenta. Sobre todo, éstos aparecieron en lo referente al juego de ataque, no tanto en las tareas defensivas, donde se produjeron más fallos de los permitidos y no sólo de los zagueros, también en la responsabilidad que se le otorga a los hombres que juegan por delante. En ese sentido, el Betis fue demasiado permisivo, desordenado en ocasiones por las carreras camino de ninguna parte de un N'Diaye que no sabe medirse a la hora de dosificar los esfuerzos y va a sitios imposibles para después tener dificultades a la hora de volver a apoyar a los que tienen que cerrar atrás.
Pero el fútbol sitúa unos aspectos en el haber y otros en el debe. El Betis, en el balance global, pese al miedo que llegó a tener dentro de la epidermis durante ese periodo de dudas, tuvo más aspectos positivos que negativos y el principal de ellos fue asegurar esa pegada que lo caracteriza con Rubén Castro en el banquillo viendo a sus compañeros. No es un asunto baladí éste, pues Van Wolfswinkel abrió el muestrario de sus cualidades para anotar un par de tantos y también para evidenciar que puede ser un futbolista al que Mel le saque provecho en caso de tener que mirar hacia su banquillo.
El delantero cedido por el Norwich fue capaz de definir, aunque ahí contó con algo de ayuda por parte del guardameta Alberto, cuando su compatriota Van der Vaart lo habilitó en el primer tramo del encuentro. Entonces ya disipó muchas de las inquietudes que pudieran surgir por el tempranero gol de Bernardo en una desaplicación de N'Diaye en un saque de esquina. Pero no se quedó sólo en eso Van Wolfswinkel, en el minuto 49 estuvo a punto de colocar las tablas por segunda vez y ya en los minutos finales acabó con la incertidumbre con un desmarque de delantero bueno y un cabezazo no menos impecable al centro de Varela desde la izquierda.
Era el punto final para un partido que había tenido de todo en su discurrir. Para empezar, Mel demostraba que no se fiaba nada del 2-0 de la ida y componía un once con muchas novedades, pero también con la solidez suficiente como para no sufrir más de la cuenta a la hora de conservar esa ventaja. Van der Vaart hacía una demostración de intenciones con un potente disparo a los 20 segundos de juego, pero el tempranero cabezazo de Bernardo podía provocar las dudas en un Betis que se movía en un 1-4-2-3-1, aunque con Van der Vaart siempre muy cerca de Van Wolfswinkel arriba. Pero los visitantes no se descompusieron en ningún momento y siguieron acarreando la pelota al veterano holandés para que éste buscara el último pase en las proximidades del área sportinguista.
El empate venía a hacer justicia al juego de unos y otros. El Betis tenía el mando, aunque erraba en el último pase y el Sporting aprovechaba el desorden del sistema defensivo forastero para provocar algún susto a través de Álex Menéndez y de Molinero, que exigió, y mucho, a Dani Giménez. Al descanso se llegaba con todo, en apariencia, casi decidido, pero nadie contaba con que pudiera salir un genio de la lámpara mágica.
Abelardo decidió dar entrada a Halilovic y éste llegó a descomponer a los béticos. Un disparo seco desde el borde del área avisó, pero entonces fue cuando el Betis debió sentenciar ante un Sporting cada vez más desprotegido atrás. Entonces falló el último pase y, por qué no, el instinto asesino, como en un tres contra dos mal resuelto por Van der Vaart. El problema es que eso conduce a sustos y en una jugada aislada, la del penalti, llegó el 3-1. La moneda estaba en el aire y, por fin, salió cara para el Betis gracias al cabezazo de Van Wolfswinkel, aunque también estuvo cerca de la cruz a través de Álex Menéndez. Pero el fútbol no es lo que pudo ser sino lo que se registra en el acta; la pegada, sin Rubén, fue visitante y el Betis estará en esa locura de enero que se vive en la Copa.
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