Pepe Mel está en Inglaterra y aquí, todo igual (4-2)
celta - betis · la crónica
El Betis ni siquiera es capaz de aprovechar un gol a favor bien pronto y sufre su cruda realidad ante el Celta.

Nuevo jarro de agua helada para un Betis que se desangra sobre la hierba por la impericia de este grupo de futbolistas y por las erróneas decisiones de quienes se han encargado de conducir a la nave a este naufragio tan difícil de soportar para los suyos. Quienes destituyeron a Pepe Mel del cargo de entrenador probablemente desconocían las consecuencias de su decisión, pero ese día sacaron del Betis al hombre que sostenía el edificio, a la persona que hacía que todo funcionara más o menos por mucho que su equipo ya fuera colista de la clasificación en esos momentos. Y a partir de ese instante se ha podido comprobar que el Betis, este Betis por supuesto, era un gigante con los pies de barro, con una estructura organizativa en la que no se atisba quien pueda tomar las decisiones adecuadas para enderezar el rumbo, y con un equipo que no le da para aprovechar siquiera el hecho de ponerse por delante en su visita al Celta bien prontito.
El problema del Betis, está claro, no se ubicaba en el banquillo y prácticamente da igual quien sea el ocupante del mismo, pues ninguno se acerca, de momento, a la trascendencia de Pepe Mel para soportar los embates del temporal. Es verdad que el madrileño llevaba sumados sólo diez puntos, son los datos objetivos y, por tanto, no admiten ninguna discusión, pero igual de irrefutable es que después de su salida, con rivales de menor nivel muchos de ellos, la adición de puntos se ha quedado en uno más. Pero es evidente que esa página ya pertenece a un libro diferente y quien sí perdura es este Betis ahora entrenado por un Gabriel Humberto Calderón que apostó por tratar de meterle ánimos a los suyos con una buena inyección de palabras, con un discurso mucho más optimista. Pero en el fútbol eso sirve hasta que aparece un rival enfrente y busca exactamente lo mismo, entonces todo se fundamenta en el nivel de cada uno y la verdad es que el balance de los verdiblancos volvió a ser decepcionante en su visita a Balaídos.
Lo fue, además, con el agravante de que el viento empezó a soplar de popa muy pronto. El arranque fue prometedor para un Betis que aparentaba más ganas que otros días, para un equipo, el de Calderón, que superaba de cabo a rabo al Celta en esa puesta en escena. Los béticos ya habían tenido la opción de marcar en el minuto 11 a través de Salva Sevilla, pero su tanto era mal invalidado por Hernández Hernández a instancias de uno de sus auxiliares. Pero ni siquiera eso condujo a un paso atrás, la consigna de Calderón era apretar al rival cerca de Yoel, algo que se convertiría en decisivo en aquellos instantes cuando Fontás dio un mal pase y la pelota le llegó a Juanfran por la derecha. Un buen centro, Leo Baptistao no llega en posición adelantada y Rubén Castro aparece por detrás para hacer justicia en el marcador. El Betis se ponía por delante, buena noticia.
Así debería ser para cualquier equipo de Primera División, sobre todo cuando se trata del colista de la tabla y está tan necesitado. En teoría, era una manera de fortalecer las ideas, de comprobar que el entrenador recién llegado tenía razón en ese planteamiento con cuatro defensas atrás, dos medios de contención, tres mediapuntas con Salva Sevilla como falso interior izquierdo, y Rubén Castro arriba. Más o menos el dibujo que más veces había utilizado Mel durante su etapa como entrenador, aunque con nombres diferentes, Leo Baptistao por ejemplo.

Pero el Betis ni siquiera aguantó el efecto de la gaseosa. Toda la fuerza se desvaneció en un visto y no visto y bastó para ello con que el Celta se acercara por primera vez hasta Sara. Un centro de Rafinha, un buen pase hacia dentro es verdad, pero tan mal defendido... Orellana, un futbolista tremendamente bajito, se encontró con el balón ideal para marcar uno de sus primeros goles de cabeza mientras Paulao se veía sobrepasado casi como si se tratara de un defensa infantil. El Celta había tardado cinco minutos en devolver las tablas al marcador y lo hacía, además, cuando Balaídos comenzaba a ponerse nervioso con la actitud del equipo de Luis Enrique.
El Betis se acabó con ese primer golpe. El orden, la presión, las ganas y todas las cualidades con las que se había movido el equipo de Calderón en el arranque del juego se convertían de pronto en todo lo contrario, en malas ayudas de un futbolista a otro, en incapacidad para llegar a hostigar al rival, en desidia. Había bastado con un gol del Celta para que todo el edificio volviera a derrumbarse, algo que tampoco es tan ilógico viendo la manera de defender, aunque mejor sería considerarlo como justo lo contrario, de los zagueros visitantes y también del guardameta.
De cualquier manera, el rival tampoco era precisamente un dechado de virtudes defensivas y hasta se le presentaría al Betis la ocasión de volverse a poner por delante cuando Leo Baptistao se encontró con un balón y con Yoel descolocado fuera de su portería. El último en llegar al Betis trató de superarlo por arriba y su disparo se quedó corto. Había sido la segunda oportunidad para volver a estar por delante, pero todo iba a cambiar con prontitud con tremenda facilidad. Un desdoble del lateral Hugo Mallo a Rafinha, mala cobertura del dos contra uno por parte de quien debía apoyar a Nacho para evitarlo, centro del lateral y nuevo cabezazo en solitario celtiña, esta vez de Charles.
Desde ahí hasta el final ya sería un calvario total para un Betis que hasta encajaba un nuevo gol antes del intermedio en una jugada con rebotes que, oh casualidad, siempre caían en los pies de algún delantero del Celta. Orellana agradeció el regalo de Charles y ya demostró que el Betis era el saco de los gimnasios que recibe todos los golpes. Pese a ello, el arranque de la segunda mitad volvería a ser prometedor, aunque tal vez todo fuera una ficción.
El Betis metió al Celta atrás, sacó orgullo al menos, pero era evidente que quien estaba más cerca del cuarto era el equipo local. Hasta que lo hizo Nolito en otro mal despeje. El arreón final deja al menos la esperanza de que vuelva el orgullo con Calderón, pero francamente a día de hoy el milagro parece eso, un milagro.
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