El Aljarafe y su desarrollo
El autor critica el Plan de Ordenación del Territorio de la Aglomeración Urbana de Sevilla y pide impulsar el patrimonio histórico, cultural y ambiental de la comarca
ANTE el rico patrimonio y las enormes posibilidades que así tienen el Aljarafe y todo el sector oeste del área metropolitana de Sevilla es inevitable sentir impotencia por la insensibilidad hacia ellas. De un lado, el bajo perfil cultural de tantos ediles municipales les da una ruda visión a corto plazo, basada sólo en crecer en viviendas y polígonos industriales; de otro, existe también ausencia de visión en varias consejerías de la Junta de Andalucía y de una oposición que supla esas carencias.
Tales posibilidades tienen que ver con un turismo plural e instalaciones plurales: hoteles, restaurantes, cafeterías, instalaciones de deportes (ecuestre, fluvial, marcha, senderismo...), centros comerciales y de ocio, centros de exposición, de investigación y conferencias... Y para ello habrían de planificarse y conectarse varios espacios estratégicos con sus recursos: junto a Guillena existe un magnífico Parque Forestal que posibilita organizar actividades ecoturísticas y deportivas; en Santiponce se ubica el conjunto arqueológico de Itálica -el más representativo del periodo Romano en España- y a tres kilómetros está el conjunto arqueológico del Período Calcolítico de Valencina-Castilleja de Guzmán, que es de los más importantes del continente europeo según profesores universitarios, arqueólogos e historiadores. Hay, por tanto, enormes posibilidades para un gran turismo cultural.
Y es esencial una conexión espacial con el Valle y Corredor Verde del arroyo Riopudio, en el que concurren valores paisajísticos, culturales y agrícolas. Allí están la Cañada Real de las Islas junto a otras vías lúdicas como el cordel de los Carboneros, el del Patrocinio y el de Ugena. Además, el Valle y Corredor Verde del arroyo Riopudio desembocan en el Guadalquivir, para el que ya existen empresarios con planes de turismo fluvial. Por último, la SE-40 y A-66 servirían de conexión privilegiada entre todas esas zonas.
Todas esas posibilidades se agrandan al ubicarse el Aljarafe y el sector oeste en un área metropolitana de casi 1.500.000 habitantes, con una ciudad como Sevilla situada a pocos kilómetros que es receptora de turistas durante todo el año, que posee una gran imagen internacional y que es la capital representativa y política de Andalucía, con aeropuerto y puerto fluvial, con importantes infraestructuras viarias y otras en proyecto: SE-40, A-8077, Metro, Metro-Aljarafe...
Una óptima coordinación de esos recursos exigiría actuar en el medio plazo de diez a doce años, pero como en la política española se imponen las decisiones rápidas, pensando sólo en los frutos electorales, se dilapidan así posibilidades mucho mayores.
Y tampoco existe visión a medio plazo y coordinación entre las consejerías de Obras Públicas, Turismo y Cultura. El ejemplo lo tenemos en el trazado de la SE-40 y el Plan de Transportes Metropolitano, aprobado con anterioridad al Plan de Ordenación Territorial de la Aglomeración Urbana de Sevilla (Potaus).
La consecuencia, al querer resolver primero el problema del tráfico, es que las decisiones más determinantes para la posterior ocupación del territorio las tomaron los técnicos en tráfico y, así, algunos trazados y núcleos de comunicaciones rompen espacios de valor cultural, medioambiental y estratégico, ignorados frente al frenético y coyuntural crecimiento inmobiliario de años atrás.
En el caso de la SE-40, cada municipio pugnó por acercarla a su término municipal, con el resultado de que su diseño secciona de norte a sur el Valle del Riopudio y así grandes bolsas de suelo han sido ya adquiridas por inmobiliarias, generando fuertes operaciones en espacios de valor arqueológico, cultural y ambiental (la Hacienda Torrijos) y rompiendo la necesaria conexión espacial entre el conjunto arqueológico de Valencina-Castilleja de Guzmán con el Corredor Verde del arroyo Riopudio... De ahí que el posterior Potaus haya surgido ya muy condicionado por decisiones que ponen en peligro algunas de las posibilidades descritas.
En el imperio de la comunicación y la imagen es necesario realizar singulares actuaciones arquitectónicas de gran carga icónica y simbólica, pues una singular intervención en la intrascendente ría de Bilbao ha transformado la imagen y panorama turístico de esa ciudad. De igual manera, el importante conjunto Itálica-Valencina-Castilleja de Guzmán puede y debe cobrar una relevancia enorme si una Ciudad de la Cultura o de la Prehistoria se sometiese a Concurso Internacional entre arquitectos con gran publicidad. Y es cuando se tramita el Potaus y se habla de la Gran Sevilla, cuando más idóneo sería estudiar y organizar precisamente tales posibilidades.
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