Abel Veiga Copo

Cuba: reformar lo irreformable

la tribuna

20 de abril 2011 - 01:00

MENTIRAS y más mentiras. Manipulaciones. Muerta la ideología. ¿Qué queda en la Cuba de los Castro? Nada, más que miseria moral, humana y social. Acaban de celebrar el medio siglo de los sucesos de Bahía de Cochinos. El empujón final hacia un socialismo a la cubana que ha sumido al país en la pobreza económica total. Les ha privado de libertad, de todo atisbo de libertad y dignidad a un precio demasiado alto. Mirando la vista atrás, ningún logro puede justificar cinco décadas, cincuenta y dos años de dictadura. Férrea, implacable, hermética. Silencio y mordaza, tortura y cárcel para los disidentes. Ya no se les asesina o fusila como al principio. Es la herencia de los hermanos Castro. Una herencia negativa. Maldita. Vacía y estéril por desgracia.

Nada se puede reformar si es irreformable. Hay que extirparlo, arrancarlo, abandonarlo. Meros maquillajes de un congreso del Partido Comunista, único en la isla, gobernado y regido por los gerontócratas que permanecen y no fueron apartados por los dos déspotas. Cuba pervivirá a los Castro. Hace justo ahora dos años que Raúl Castro era designado sucesor por un Parlamento o gerontocracia del partido. Nada ha cambiado desde aquella fecha, nada en lo que a dictadura, regresión de derechos y libertades se refiere. En aquel momento, Raúl Castro, el sucesor ungido por el hermano, simuló romper ataduras y reconfiguró su gobierno un tanto a su medida. Pero no nos dejemos engañar. En Cuba, de momento, nada ha cambiado. Aunque soplen brisas y rumores de alivio del embargo norteamericano y algunos cantos de sirena. El hermanísimo no hará nada mientras Fidel Castro todavía viva.

Y es que al final, como siempre, todo debe cambiar para que nada cambie en realidad. Sin novedad en La Habana. Ni vientos de libertad ni brisas de esperanza. Odas lampedusianas, dardos atenazadores a toda apertura, doble candado y miseria material, moral y humana a los cubanos. Ese es el castigo a un pueblo silente a la fuerza, aunque no todo, los acólitos ahí están, también lo estaban en nuestra dictadura, y el dictador murió en la cama. La partitura se ha tocado tal y como el dictador quería que sonase, al son de demagogias y adjetivos revolucionarios, esos que son capaces de trufar la democracia, para llamarla democracia revolucionaria, enésimo engaño y ficción o mentira de todo totalitarismo. Cuba es Cuba y nada cambiará. Dudamos que haya transición democrática capitaneada por Raúl, y menos en vida de Fidel Castro. A la gerontocracia política castrista poco le importa la situación de sus ciudadanos. Y este séptimo congreso del partido comunista en cincuenta y dos años es una farsa o pantomima más. Se trata de sobrevivir, simplemente sobrevivir. Así ha sido siempre, con la diferencia que en las dictaduras militares de derechas, ninguna sobrevive al dictador, en cambio en las de izquierda, sí, con más o menos apertura económica, pero cerrazón social y política hasta el paroxismo.

Los caprichos del lenguaje llaman reformas, parlamentos o Asamblea a lo que no lo son, y el mundo informa que éste o aquél han elegido a Raúl Castro como sucesor, o que éste ha remodelado su gobierno, o ha cimbreado a su medida un partido que no lleva hacia ningún lugar, porque no hay a donde ir sin libertad. Gobierno no elegido por el pueblo, democracia usurpada en resumen. Ahora acorazada por viejos generales, compañeros de guerra y revolución. Es el futuro, el negro futuro que zahiere a la isla y a los cubanos. Y algunos siguen siendo complacientes cuando no indulgentes, con la dictadura cubana, sobre todo una izquierda tan utópica como trasnochada, incapaz de condenar la dictadura y la aberración que significa.

Todo seguirá igual en la querida isla. Todo seguirá enmascarándose en un traicionero lenguaje, nada se moverá en vida del ahora "compañero Fidel". Es la tragedia de los pueblos que no saben o no pueden luchar por su libertad. La historia no absuelva a los dictadores, tampoco a los pueblos, estos siguen la senda que el destino antoja suscribir. No habrá más veredicto que el de la culpabilidad. Sólo es cuestión de tiempo, ese que no tuvieron muchos de los que les ha tocado perder, sufrir en carne propia el despotismo de la dictadura, que han emigrado, que han muerto o que han sido asesinados.

Que no, que no hay expectativas, que éstas cuando se trata de personas y el futuro de personas en manos de dirigentes recios y ademócratas simplemente no existe, es un imposible. Que la cubanología existente no permite experimentos de libertad. Luego vistamos de legítimo lo que se nos antoje, pero ninguna dictadura lo es. En Cuba nada se puede reformar, sólo la ruptura con el régimen y la construcción por todos los cubanos de un nuevo marco de tolerancia, respeto y libertad, sin los Castro ni sus secuaces.

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