La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El rey brilla al defender lo obvio
La ciudad y los días
LA arquitectura es el único arte, en el caso de que lo sea, que se impone por c… Usted puede oír, leer, ver y contemplar una música, un libro, una película y un cuadro, o no hacerlo, con total libertad.
Pero frente a un edificio no hay posibilidad de elección: hay que tragárselo sí o sí. ¿No gusta? ¿Incluso asquea? ¿Y además deprime porque no se puede olvidar lo que se derribó para alzar el mamarracho?
Pues a joderse. No me tomen por grosero. Cito al reputado arquitecto Koolhaas y su famoso lema Fuck de Context (que se joda el entorno).
Y con el entorno que se jodan cuantos han de convivir con el capricho o la basura arquitectónica, sobreviviendo en entornos despersonalizados, degradados, deshumanizados.
Ésta es la gran diferencia entre la arquitectura y las otras artes: se impone con independencia de la voluntad y el gusto de quien la observa, la vive y la padece. Por eso se le pide, además de mayores garantías técnicas (el mal cine no mata a nadie, la mala arquitectura sí), una cierta cortesía inteligente para con el entorno. No que imite servilmente, sólo que desoiga el lema de Koolhass y no joda. Nada más.
Pues ni eso.
Pese a que los otros artistas deben envidiar a los arquitectos el carácter de visión obligatoria de sus obras -¡cuánto disfrutaría más de un autor sin lectores, cineasta sin espectadores o compositor sin oyentes si hubiera que leer, ver u oír por c… sus creaciones!-, resulta que son ellos los que envidian a los otros autores sus derechos. Y con las botas del Colegio Oficial de Arquitectos de Sevilla han dado el paso adelante, reclamando una modificación de la Ley de Propiedad Intelectual para que reconozca los derechos de autor de los arquitectos sobre sus obras.
No se trata de la autoría, ya recogida por la legislación, sino de la "reproducción" de sus edificios con ánimo de lucro. ¿Y esto qué quiere decir? Porque ya me dirán a quién se le va a ocurrir "reproducir" los pisos de la calle Imagen, la arquitectura basura de los años 60 y 70 o de hoy, el bodrio construido sobre el solar dejado por el derribo del Gran Café de París en la Campana o las setas del germano. A nadie, claro. Y los derechos de Ben Baso y Hernán Ruiz sobre las giralditas que se venden a los turistas deben haber caducado.
¿A qué se refieren, entonces? El Colegio lo aclara: no se trata de penalizar el plagio de obras arquitectónicas, ya castigado, sino de que el arquitecto tenga los mismos derechos que otro autor cuya obra se reproduce con ánimo de lucro, como la aparición de un edifico en un videoclip o en un reportaje fotográfico. Además de cornudos...
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