Ildefonso Marqués Perales

Lectura sin prisas del PISA 2009

La tribuna

11 de enero 2011 - 01:00

ESTADO de alarma prolongado, pero no en las torres de control sino en las escuelas. Esto parece deducirse de la reacción que muchos periodistas, padres y tertulianos han tenido tras la publicación del informe PISA 2009. El alud de lecturas negativas ha adquirido dimensiones colosales. Los representantes de la organización que reúne a las Asociaciones de Padres y Alumnos de Andalucía, eludiendo su parte de responsabilidad en el hecho y culpando a los líderes políticos, dicen sentirse avergonzados por los resultados obtenidos. El diario El País titula "España se instala en la mediocridad", convirtiendo la media estadística en una medida moral. El Mundo consagra "el estancamiento de la educación española". Rosario Soto del Partido Popular insta a Álvarez de la Chica a reconocer el fracaso educativo en Andalucía. Vuelve la leyenda negra de España y Andalucía.

Nada más lejos de la verdad. Para leer un cuadro lo primero que uno tiene que saber es compararlo. Los estudios internacionales muestran que comparar "churras con merinas" no sirve para nada porque lo que para algunos individuos significa algo para otros significa justamente lo contrario. Para comparar los resultados obtenidos en PISA, uno debe saber al menos tres cosas: tener unos conocimientos rudimentarios de matemáticas, de historia y, sobre todo, tener pretensión de objetividad, lo que exige distanciarse de las cosas o, para entendernos, "dejar de estar caliente" (sobre todo en términos políticos, justo lo contrario de lo que suele hacerse). Dicho esto, pasemos a comentar los resultados advirtiendo lo siguiente: las diferencias de diez a veinte puntos son pequeñas, dada la amplia dispersión que hay en los resultados obtenidos por los distintos alumnos.

Empecemos por España y comparémoslas con su área cultural latina. Puntuaciones en lectura: Francia 496, Portugal 489, Italia, 486 y España, 481. Con Italia las diferencias son tan reducidas que pudieran ser inexistentes. Con el resto, las diferencias son pequeñas, incluso con Francia. En ciencias y matemáticas puede decirse lo mismo, si bien Grecia queda por debajo de nosotros en ambas pruebas. También podemos compararnos con los países medulares de la Unión Europea, como el Reino Unido, 494, y Alemania, 497. Como se aprecia las diferencias son pequeñas, sólo a diez puntos de la media de la OCDE, 493, lo que quiere decir a un paso.

Ahora, no obstante, dado que el origen social condiciona el rendimiento escolar, sería de justicia, si queremos comparar "manzanas con peras", saber cuáles serían los resultados si todos los países tuvieran una misma estructura ocupacional. Como esto lo saben muy bien los evaluadores del PISA, han elaborado un índice que resume el nivel de estatus social, económico y cultural de los padres (ESCS). Ahora el resultado de España sería de 491 y la media de la OCDE 494, es decir, habría que ser muy atrevido para decir que aquí hay diferencias.

¿Y Andalucía? Pues lo mismo, habrá que compararla con otras regiones similares o ¿es que no han compartido una historia y unas condiciones sociales parecidas? Así, Andalucía obtuvo una puntuación de 461, Galicia de 486, Sicilia de 453 y Baleares 457. Como se ve, los resultados son algo peores, especialmente si son comparados con los resultados de Galicia, que, junto a Andalucía, partió desde una situación de desventaja histórica en materia educativa pero ha logrado sobreponerse. Aquí sí caben reproches, pero no a los consejeros de Educación sino a la sociedad andaluza en conjunto. De todas formas, volvamos a hacer el mismo ejercicio que hemos realizado anteriormente y descontemos el impacto del nivel de estatus social, económico y cultural de los padres. Ahora los resultados son en Andalucía de 479, el Lazio 477, la Valonia 484, Calabria 455 y Gales 472. Por cierto, Inglaterra 488 y Suecia 485. Como se ve, los resultados no son muy malos, pero tampoco buenos. Son como más o menos esperábamos. Álvarez de la Chica reconoce la necesidad de una reflexión y apunta a una mayor autonomía de centros.

Me temo que a corto plazo casi nada puede hacerse. Todo lo que ha de hacerse requerirá de una apuesta coordinada, persistente y de ganancias lejanas. Yo propondría tres grandes medidas. Primera, no gastar en logro educativo sino en rendimiento, es decir, potenciar el aspecto cualitativo de las mejoras y no el cuantitativo. Para ello, es una medida urgente y necesaria retrasar la edad de la educación obligatoria. Segundo, urge invertir en políticas productivas de alta inversión tecnológica. Los rendimientos educativos decrecen si la estructura ocupacional de un país es de obreros no cualificados, pequeños empresarios y agricultores en lugar de grandes empresarios, directivos y profesionales. Por último, invertir en políticas que desarrollen el cuarto pilar del estado del bienestar. Con estas medidas, me atrevo a decir, que el éxito en PISA está asegurado.

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