Gafas de cerca
Tacho Rufino
Un juego de suma fea
PASA LA VIDA
SI el presidente de la Junta se llamara Javier Arenas, los portavoces del PSOE tildarían de desproporción, coacción y ofensa a los profesionales de la función pública el cerrojazo policial que se le aplicó ayer toda la tarde a Torretriana, el edificio desde el que se gestionan la economía, la hacienda, la educación y el turismo. Y les asistiría la razón para criticar tamaño despliegue y blindaje de los políticos y sindicalistas que se iban a reunir para saltear la patata caliente del decreto sobre la función pública. Pero incurren en lo que criticaban antes de llegar al poder, y que volverán a reprochar cuando las urnas les descabalguen. Ahora gobiernan sin más base ideológica que un enroque hijo del agobio. Se sienten desarbolados, como jefes cuyos indios le han perdido el miedo a la libertad y a la represalia.
El conflicto entre los funcionarios y el Gobierno autonómico es una ruidosa protesta democrática y pacífica, sin chocazos ni desperfectos. Quedó de manifiesto en Sevilla con la importante y cívica manifestación del pasado sábado.
La función siempre ha de comenzar y continuar. El servicio público es lo primero. Andalucía no puede tolerar que, por una reunión político-sindical, Torretriana se cierre a cal y canto desde las 14:00, conminando a mandos y trabajadores a no hacer el turno de tarde y marcharse a casa. Se clausuraron los registros de cuatro consejerías, a los que cualquier ciudadano, ajeno al cerrojazo, puede ir habitualmente hasta las 20:00 para sus trámites. Y el bloqueo de los ascensores no era por un posible atentado de Al Qaeda. Ni los funcionarios son hooligans beodos para armar bronca a los que aplicar un marcaje rayano en la presunción de culpabilidad.
Me lo decía ayer un funcionario de alto grado, mientras era desalojado de su puesto de trabajo: "Con el decreto, lo están haciendo tan mal desde julio que han unido en su contra a todos los funcionarios pese a ser uno de los colectivos menos predispuestos a movilizarse".
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