Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
La ciudad y los días
DECÍA ayer nuestro editorial: "El aborto es una práctica que para capas muy amplias de la población española merece un radical rechazo, pero que, sin embargo, en nuestro ordenamiento jurídico está amparado por unas normas votadas mayoritariamente por los legítimos representantes de la soberanía popular… El congreso que hoy va a clausurar en Sevilla la Federación Internacional de Profesionales del Aborto y la Contracepción puede suscitar los juicios morales que cada uno libremente quiera hacer, pero es una actividad amparada por la legalidad y cuyo desarrollo es una muestra de normalidad". Y estoy de acuerdo. Pero habrán de convenir que las mismas palabras, sin quitarles una coma, podrían haberse escrito en un diario estadounidense que editorializara sobre la pena de muerte que, en algunos estados, merece un radical rechazo entre capas amplias de la población pero está amparada por el ordenamiento jurídico democrático sancionado por la soberanía popular.
No comparo el aborto no terapéutico -el que mata fetos sanos en el seno de mujeres sanas sin causa objetiva grave que lo justifique- con la pena de muerte: son dos formas distintas de matar seres humanos en diversas fases de su vida que reciben distintos tratamientos jurídicos. Llamo la atención sobre algo que les une: se trata de la vida y de la muerte, de la eliminación legal y democráticamente sancionada de vidas humanas. Y si hay razones no sólo religiosas para oponerse a la pena de muerte, también las hay para hacerlo contra el aborto desde posiciones éticas, científicas y humanitarias independientes de las religiosas.
Gracias a la genética, hoy se sabe que el no nacido, aunque vitalmente dependiente de la gestante, es genéticamente independiente y único. Y gracias a la ecografía se mantiene una relación visual afectiva con el feto, quien hasta no hace mucho tiempo era "invisible". Cada vez son más los futuros padres que llevan en su móvil la imagen ecográfica de su hijo no nacido. La humanidad no es algo que surja en la semana 14.
¿Por qué se pone ese límite? ¿Dónde está hoy la frontera entre aborto y homicidio? Si el límite fuera la viabilidad extrauterina se podría matar fetos hasta las 24 o 26 semanas; y si fuera el nacimiento, diferenciando al nasciturus de la persona física, se les podría matar horas antes del parto.
No es tan fácil como se quiere hacer parecer que la oposición al aborto libre sea fruto de mentalidades reaccionarias y anticientíficas o sólo de sensibilidades religiosas. Personalmente, y sin que influyan en ello mis creencias, creo que matar fetos sanos en el seno de mujeres sanas es un crimen.
También te puede interesar
Lo último