La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La generación del pico y la pala
La esquina
EL triunfo de Tomás Gómez en Madrid encierra un sinfín de paradojas. La primera, que un alcalde de pueblo se haya convertido en el primer barón regional socialista que desafía abiertamente al Zapatero que llevó al PSOE de nuevo al poder tras los ocho años del aznarato.
En realidad, lo han convertido sus adversarios. En primer lugar, el propio Zapatero, que le pidió inútilmente que se echara a un lado y que empujó a Trinidad Jiménez a disputarle la candidatura en las primarias del domingo. En segundo lugar, José Blanco, empeñado en quitarle el control del Partido Socialista de Madrid, y Alfredo Pérez Rubalcaba, que pronunció una frase de la que nunca se arrepentirá lo bastante: "Su principal activo será que dijo no a Zapatero". Un activo que han compartido la mayoría de los militantes madrileños, que han dicho no a la candidata de ZP. El alcalde de Parla le ha ganado, pues, a los tres máximos referentes del socialismo actual.
También es paradójico que Tomás Gómez haya repetido varios años después la historia de ZP: el joven y desconocido líder que hace frente a los designios del aparato, apela a la voluntad democrática de las bases militantes y sale triunfante. Ferraz apostó en el año 2000 por Bono, pero ganó Zapatero. Ferraz y Moncloa apostaron en septiembre de 2010 por Trini, pero ganó Tomás. Lo hizo como Zapatero entonces, con un discurso juvenil y novedoso, cierta dosis de épica y galvanizando descontentos de ayer y de hoy (Peces-Barba, Leguina, Barranco, Barrionuevo, el propio Torres Mora, que fue el jefe de gabinete y amigo del presidente del Gobierno...). El mismo procedimiento de legitimación de Zapatero, diez años después y con el socialismo en retirada en todos los frentes. Y mientras más se empeñen estos días en pregonar que ZP no se jugaba nada en el envite de Madrid, más evidente será que se jugaba mucho. Mayormente, su credibilidad y su autoridad. ¿Cómo va a afrontar este hombre así unas elecciones?
Tercera paradoja. Probablemente, Zapatero tenía razón al estimar -encuestas en mano- que Trini Jiménez es mejor candidata que Tomás Gómez para intentar desbancar a Esperanza Aguirre, o al menos arrebatarle la mayoría absoluta, en la Comunidad de Madrid porque ofrece una imagen más centrada y menos izquierdista que éste, lo cual importa mucho en una sociedad tan conservadurizada. Y cuarta paradoja, tejida a posteriori: si Trini era mejor, la fórmula para que Zapatero no se deteriore tanto como parece ahora mismo sería que Gómez perdiera estrepitosamente las elecciones autonómicas contra Aguirre. Es decir, lo que más conviene a Zapatero, personalmente, es que se estrelle en Madrid la lista con las siglas PSOE que él lidera en España. Seguramente, por poco tiempo.
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