La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lección de Manu Sánchez
El periscopio
EN todos sitios cuecen habas. En el caso de Cuba, más bien cuecen frijoles y arroz, ingredientes básicos del arroz con gris que durante tantos años ha sido el plato esencial, si no único, de la dieta del cubano. Esta fuente de energía inmediata ha sido a su vez origen de un gran estreñimiento nacional, combatido con sudores y -en caso de poderse adquirir con peso, dólal o trueque- con grasa de pellejo de pollo o con cualquier ronito de la tierra. Granma, el periódico del régimen, no ha escrito una letra sobre el asunto hasta hoy, pero hemos sabido por BBC News que allí cuecen habas, y más que van a cocer. El Gobierno cubano se ha propuesto echar a un diez por ciento de la población empleada: 500.000 empleados públicos a la calle, a buscarse la vida en el hasta hace nada hostigado sector privado (salvo algunas patentes de corso, sobre todo turísticas).
El Estado cubano no quiere dejar a sus hijos en la calle, y promete ayudar a los despedidos a cambiar de trabajo. Eso sí que es un plan de ajuste. La cosa es que, muy probablemente, este plan radical obtenga los resultados deseados: sacar al país de la parálisis económica, de las brutales diferencias de ingresos entre empleados públicos y empleados del turismo y otros servicios a extranjeros. Allí el problema no es un punto arriba o abajo de crecimiento del PIB o del déficit público: se trata, ahora también, de Patria o muerte. Y quizá venceremos.
Mientras Granma callaba las declaraciones de Fidel a The Atlantic ("El modelo cubano ya no funciona") y, fiel a su línea, publicaba las impagables reflexiones de El comandante (La infinita hipocresía de Occidente, última entrada), medios de otros países han abundado en el gran pelotazo del medio millón de despidos. Lo curioso es que la gente, no sin zozobra, tiene allí importantes expectativas de mejora. Hacerse cuentrapropista (empresario autónomo) o empleado de empresa privada implica abandonar un empleo obligatorio en la (casi) única empresa, el Estado, en el que quizá ganaba 10 euros al mes, eso sí, con una titulación superior. Algo está cambiando en la que fue Joya de la Corona, rico paraíso, burdel yanqui y régimen comunista caribeño. Si el Estado relaja el férreo control sobre los suministros empresariales, el cambio será radical en las relaciones de intercambio y, claro, en las formas sociales. Aun con escasa población, Cuba será un país emergente en un tiempo no muy lejano: una pena para Willy Toledo. Esperemos que sepan conservar sus garantías sanitarias y educativas, y el respeto a lo común. Siempre nos quedarán la voz en falsete y los inconfundibles acordes de Silvio Rodríguez. Viva Cuba libre y en movimiento. Suerte.
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