Gafas de cerca
Tacho Rufino
Un juego de suma fea
La Noria
LA ciudad agota ya el último tramo del interminable mes de agosto, infernal en tantos sentidos, y enfila del todo el sendero que conduce a septiembre sabiendo que por estos pagos no existe el otoño. Y que, con independencia del gran problema, que es la crisis, el calendario político inmediato va a estar completamente condicionado por el arranque oficioso de las elecciones municipales de mayo de 2011. Quedan algo más de nueve meses para la cita electoral. Justo el tiempo de un embarazo.
Hasta ahora el guión, que tuvo que improvisarse sobre la marcha tras la decisión de Monteseirín de seguir en la Alcaldía hasta el último día, ha jugado en contra del nuevo candidato del PSOE, Juan Espadas, cuyo lanzamiento (todavía por formalizar del todo) ha estado excesivamente condicionado por la agria situación interna del Consistorio. El aspirante socialista, cuyas apariciones han sido contadas y discretas, ha centrado la primera fase de su estrategia en tratar de cohesionar a las distintas agrupaciones del PSOE, divididas en los últimos tiempos entre aquellas que pretendían el apoyo (interesado) del equipo municipal saliente y las que en las últimas guerras civiles del socialismo sevillano se alinearon con la actual Ejecutiva provincial.
Esta fase ya está aparentemente cerrada. Oficialmente con cierto éxito, aunque tal conclusión es relativa porque sólo podrá valorarse con el paso del tiempo. Empieza a partir de ahora una nueva etapa -la más complicada- en la que Espadas tendrá obligatoriamente que empezar a definir de una vez su propio mensaje, más allá de las obviedades, para que los electores, cuyo entusiasmo se estima bastante bajo, consideren necesario participar en los comicios. Con la que está cayendo en el ámbito económico, y dado el contexto de la política nacional, el reto es todo menos fácil. Casi se diría que parece una tarea épica.
SALIR A LA SUPERFICIE
En los últimos días, desde las filas del PP se ha recriminado a Espadas su ausencia ante los focos estivales. "¿Dónde está Espadas?", se dice a modo de pregunta retórica. Incluso hay quien ha llegado a comparar al candidato del PSOE -para mal, claro- con aquel Zoido que en un contexto similar se fue en verano a Matalascañas, donde el Ayuntamiento de Sevilla, que se sepa, no es competente en asunto alguno, igual que iba a Fraga a Buenos Aires cada cuatro años en sus tiempos de presidente de la Xunta. En busca de los votos de los emigrantes. El PSOE estaría perdiendo (en agosto), según esta tesis, un tiempo precioso, además de ignorar el viejo axioma: los espacios vacíos, en las luchas de poder, tienden a ocuparse. Con Monteseirín diciendo adiós -a su pesar- y el candidato socialista sin acabar de llegar del todo, lo que los expertos llaman la cuota de presencia pública beneficiaría a Zoido. Lo que ya no se entiende tanto son los motivos por los que, con todo a su favor, el alcaldable del PP dijo en público hace meses que se iría de Ayuntamiento si no ganaba -uno de los escenarios teóricos posibles- y el presidente en Sevilla de su organización política ha admitido este mes de agosto que la Alcaldía está muy "difícil".
Claro que nunca se sabe qué es peor: si dejar correr el tiempo o protagonizar escenas, en el fondo inútiles, al estilo de la citada excursión a Matalascañas. Probablemente el PP esperaba alguna foto del candidato Espadas haciendo un puerta a puerta en algún barrio cerrado por vacaciones. Una escena que infundiera cierta lástima. El PSOE, de momento, ha preferido evitarla a sabiendas de que su gran problema no es el PP, sino el Ayuntamiento.
En Plaza Nueva las cosas se mueven. Aunque adivinar si la dirección que han tomado los acontecimientos es buena o mala es ya otro cantar. En primer lugar se suceden las ceremonias del adiós. Gente que prefiere adelantarse a las evidencias -no tendrán papel alguno en el nuevo poder municipal, sea el que sea- y anuncia su marcha antes de que el partido, que es quien manda, decrete su destitución. La deserción más llamativa -por ahora- es la de Alfonso Seoane, responsable de la Oficina de Promoción Exterior del Ayuntamiento. En términos políticos su sustitución por un viejo conocido -Juan Carlos Marset, ex delegado de Cultura- es irrelevante. El organismo que dirigía, mientras la justicia no diga lo contrario, se dedicaba a algo tan indeterminado como vender al exterior la imagen de Sevilla. Entre otras funciones organizaba los viajes de Monteseirín al exterior, aunque para esta misión el entorno del alcalde tenía su propia agenda y sus singulares procedimientos. No siempre edificantes.
La marcha de Seoane sí tiene, en cambio, cierto valor en términos personales. Se trata de uno de los hombres más destacados de la guardia de corps del regidor. Un grupo de confianza reducido a sólo cinco o seis personas. Que éste haya decidido dejarlo para garantizarse un destino como dirigente deportivo en la Federación de Baloncesto señala el principio del fin de la etapa Monteseirín, que en términos políticos quedó sellado hace bastante meses.
Otra que se despide estos días es Rosamar Prieto, la presidenta del Pleno municipal. Número dos de la lista del PSOE. En una entrevista concedida a Europa Press ha anunciado que no repetirá en las listas municipales de 2011 porque su ciclo político está más que cerrado. De las palabras de Prieto resultan ilustrativos dos detalles -en teoría- menores. En ellos, como casi siempre ocurre, radica la verdad de lo que se dice, con independencia de lo que se declara. En primer lugar, la edil de Fiestas Mayores -cuyo principal cometido era lidiar con la Sevilla Eterna y hacer de relaciones públicas- ha confesado que si ha tenido un cierto protagonismo en la gestión municipal ha sido "gracias a Manuel Chaves", en cuyo núcleo de amistades íntimas milita. De Monteseirín, que en su día fue quien la nombró delegada por designación directa, no se recuerda que se haya pronunciado en idéntico tono. Prieto, en cierto sentido, parecía jugar a ser un (supuesto) vínculo del alcalde con el ex jefe de los socialistas andaluces. Consumada la abrupta transición hacia la era Griñán, el papel de embajadora de la edil de Fiestas Mayores le ha servido de muy poco al regidor. Griñán le marcó la fecha de caducidad sin que su futuro esté resuelto.
Y dos: llama también la atención la manera en la que Prieto justifica su presencia en la política local. Emplea una frase simple, incluso aparentemente razonable, que resulta harto ilustrativa de los verdaderos valores de la política patria. "Todos estamos aquí gracias a alguien, ¿no?", se pregunta la edil de Fiestas, que en 1991 ya fue jefa de gabinete de Amparo Rubiales durante su etapa como portavoz municipal. Los méritos, si se tienen, al parecer cuentan menos que las afinidades, las amistades y otras cuestiones tangenciales a la eficacia. Menos mal que defendíamos la meritocracia.
Claro que en el fondo no hay que extrañarse. Como casi todo en la vida, las relaciones personales son mudables. En Sevilla acostumbran a ser más bien consecuencia de hacia dónde sople el viento favorable. ¿Un ejemplo? El concejal de Movilidad, Francisco Fernández, hombre de confianza del alcalde, ha discrepado con él sobre las virtudes de las elecciones primarias que ha defendido -a destiempo- Monteseirín. Fernández es uno de los que se resisten a sumarse -de momento- al rosario de despedidas que empiezan a intensificarse en el entorno del alcalde. Acaso porque, como secretario general de la agrupación Cerro-Amate del PSOE, intenta, como tantos otros militantes críticos, gestionar su propia transición para que la mayoría oficialista sea piadosa y, aunque no le deje repetir como concejal, le busque cierto acomodo. Un retiro holgado en el que poder dedicarse a la nostalgia. Es lo mismo que quiere el alcalde. Mirando las primarias del PSOE de Madrid quizás sueñe con el tiempo oriental -circular, reiterativo- en lugar de tener que aceptar y padecer la lectura lineal de San Agustín. Fin y principio. Despedida y cierre. Ya no tiene remedio.
También te puede interesar
Lo último