La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El rey brilla al defender lo obvio
La ciudad y los días
DE las cinco soluciones que con ironía a lo Swift o a lo Defoe propone el profesor de la ETS de Arquitectura y experto en Patrimonio Industrial Julián Sobrino como remedios de la catástrofe de la Encarnación, en su artículo Cosas que hacer en la Encarnación publicado en este periódico el pasado sábado, me quedo con la primera y la cuarta. La primera sería la demolición controlada, "siendo pagados los gastos por los responsables políticos de este desaguisado, por los miembros del jurado y por el autor del proyecto"; y la cuarta, "destinar el Metropol Parasol en su estado actual a Centro de Interpretación Internacional de los Desastres Patrimoniales de manera que de su ejemplo se eviten en lo sucesivo intervenciones similares en cualquier otro lugar del mundo". La primera tiene la ventaja de poder empezar de cero y la segunda, la de ser más fácil y pedagógica. Las setas de la Encarnación ocupan además un lugar estratégico para mostrar al mundo lo que no debe hacerse en un casco histórico: a un lado tiene la calle Imagen y al otro la cosa que se alzó en el lugar que ocupaba la Universidad Literaria, las que se construyeron donde estuvo el colegio de Villasís, el cráneo pelón de la Campana y la plaza del Duque.
Convertirse en un Centro de Interpretación Internacional de los Desastres Patrimoniales podría ser un destino que diera a Sevilla fama universal, atrajera investigadores y estudiantes y potenciara el turismo de ruinas. Una Pompeya destrozada por la lava de la ignorancia escupida por igual por cráteres dictatoriales y democráticos no es cosa que se vea todos los días.
Hay que agradecer a Sobrino su valor en esta ciudad de cobardes, su lucidez crítica en esta ciudad de tontos estabulados y el homenaje que hace a ese solitario Robinson Crusoe de la Encarnación o Gulliver entre enanos hispalenses -Defoe y Swift siempre- que es el infatigable cronista de los desastres de la Encarnación que todo el mundo conoce y aprecia como Paco el Carnicero. La definición que hace Sobrino de las setas, que reproduzco por si se la perdieron, es de antología: "Un proyecto que no es ni rehabilitación ni restauración, que no es ni regeneración ni remodelación, que no es ni intervención ni conservación, que no siendo nada, lo es todo, porque ante todo, este proyecto, es confusión, el signo de lo tiempos, zeitgeist de la modernidad transmoderna de los que sin saber que fueron las vanguardias hablan desde la retaguardia de la vanguardia, de los que sin saber que es la ética hablan de política, de los que sin haber puesto, ni tener que poner un euro, eligieron este proyecto…".
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