José Ramón Del Río

Corrupción en la política

Desde el fénix

08 de abril 2010 - 01:00

POR si fueren pocos los escándalos de corrupción que ha puesto de manifiesto el caso Gürtel, con su feo ramillete de políticos del PP implicados en presuntos delitos, en estos días hemos conocido con detalle la corrupción de que se le acusa al ex presidente de Baleares, Jaume Matas, también del PP. Hacen muy bien los medios de comunicación social en airear las circunstancias de cada caso porque esa es, en democracia, una de las misiones de la prensa libre. Lástima que algunos medios y para ciertos casos -por ejemplo: para el del Ayuntamiento de Sevilla- pongan sordina y sea difícil conocer lo que ocurrió.

Pero no piensen ustedes que esto de la corrupción de los políticos sea fruto de los tiempos en que vivimos. Fíjense que ya la contemplaba, para sancionarla, el Código de Hammurabi y que Aristóteles dejó escrita su definición. Tampoco es que la traiga la democracia (que lo que hace es no ocultarla) porque se da y dio, en regímenes dictatoriales, como los de Rusia, China, Cuba y Venezuela. Cómo estará de extendida que en 2003 hubo una convención de la ONU que, como Aristóteles, se ocupó de definir lo que todo el mundo sabe. Aquí el Gobierno y el PP negocian medidas para luchar contra ella y los negociadores podrían acudir el próximo 9 de abril a Chicago, donde la Universidad de Loyola imparte un máster sobre "el escándalo de la corrupción política" y, si no quieren ir tan lejos, leer las conclusiones de otro celebrado en Salamanca sobre "causas e incentivos que inducen a comportamientos corruptos" y "efectos que producen esos comportamientos". De entre las causas, se destaca el alto número de cargos de designación libre, en instituciones nacionales, autonómicas y locales, que configuran redes clientelares, que dependen de que su partido gane las elecciones.

Por todo lo anterior, ¿debemos pensar que la corrupción en la política es inevitable? La respuesta tiene que ser que no. Hay otros lugares en los que también actúan los individuos y que tienen una esfera de poder donde se dan casos de corrupción, pero en menor número que en la política. Como la naturaleza humana de los políticos no tiene que ser peor que la del resto de los mortales, la única explicación es que, fuera de la política, los mecanismos de control son más eficaces. Al cajero de un banco que vive por encima de lo que su sueldo le permite tardan poco en investigarlo; sin embargo, en la caja de un ayuntamiento faltaron siete millones de euros y todavía no se sabe quién se los ha llevado. Mientras que los partidos no establezcan esos mecanismos de control, poco se podrá hacer.

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