Gafas de cerca
Tacho Rufino
Nuestro maravilloso Elon
La ciudad y los días
TEMO -escribía ayer- la inducción ambiental que ha logrado que se considere normal, hasta un derecho, el asesinato de un feto sano en el seno de una mujer sana. Y sigo, porque creo necesario añadirlo: de una mujer no coaccionada por antiguos prejuicios sociales, no sometida a viejas imposiciones machistas, no agobiada por dramáticas carencias, no desinformada sobre el uso de los anticonceptivos, no angustiada por un erróneo concepto del pecado o la honra. Por eso, terminaba, aprecio a quien, como Joaquín Manuel Montero, sabe pensar por sí mismo y resistirse a esta inducción.
Porque por lo que de él he leído y oído me parece un hombre honesto, no utilizaré a este ex militante del PSOE y ex segundo teniente de alcalde de Paradas para arremeter sin ton ni son contra el que fue su partido: pocos espectáculos más tristes que el de quien se revuelve contra aquello que fue su ideal o su creencia para beneficio de sus antiguos contrincantes. Lo de Montero no es esto, sino un caso de conciencia, coherencia y valor.
En la línea del ya otras veces aquí citado Pier Paolo Pasolini, primero que se atrevió a condenar el aborto desde la izquierda (en el ya lejano 1975 escribió: "Estoy traumatizado por la legalización del aborto, porque la considero, como muchos, una legalización del homicidio"; pueden leer el artículo en Escritos corsarios, felizmente reeditado por Ediciones del Oriente y del Mediterráneo), Joaquín Manuel Montero ha actuado así por ser socialista. "Queremos gritar sí a la vida -ha dicho- precisamente porque somos de izquierdas… No hay en nuestros días una afirmación más reaccionaria que la del derecho de una persona sobre la vida del hijo no nacido". Efectivamente: la inducción ambiental ha logrado que parezca humanitario lo cruel (matar al feto), progresista lo reaccionario (utilizar el aborto como anticonceptivo), racional lo irracional (practicar sexo sin anticonceptivos y recurrir después a la píldora poscoital o al aborto), científico lo que ignora a la ciencia (carácter genético único e irrepetible del feto, afirmar -como Bibiana Aído- aquello de "para mí un feto es un ser vivo, claro, pero no podemos hablar de ser humano porque no tiene ninguna base científica") y justo lo que priva de derechos (los del no nato y el varón -futuro padre- que lo ha engendrado).
Lo reaccionario, hasta lo indecente, es que mientras Zapatero afirmaba en Ginebra que "nadie tiene el derecho de arrebatar la vida a otro ser humano", Leire Pajín defendiera el aborto libre en el Parlamento afirmando que para ella "es un gran honor estrenarse defendiendo esta ley".
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