Gafas de cerca
Tacho Rufino
Un juego de suma fea
Fragmentos
La plaza del Duque forma parte de los lugares más significativos de Sevilla desde el siglo XVI, cuando era conocida como la plaza del Duque de Medina-Sidonia, por presidirla el palacio de dicho personaje. Después fue denominada plaza del Duque de la Victoria, durante la regencia del general Espartero, y es conocida desde siempre por los sevillanos como la plaza del Duque, y se mantiene como uno de los enclaves de mayor actividad de toda la ciudad.
¿Han estado recientemente en la plaza del Duque? Su espacio ajardinado es prácticamente irreconocible con la instalación del mercadillo que le da un aspecto desordenado y casi oculta sus bellas trazas. Sin entrar en el debate de si es adecuado o no situar allí un mercadillo, creo que al menos debería estar de manera diferente a la actual. Como por ejemplo, situar los puestos en el espacio libre frente al edificio de sindicatos, con una ligera ordenación y dejar permanentemente la plaza como lugar de estancia y disfrute de los sevillanos. Y así poder apreciar el bello pavimento, los bancos de fundición, los arriates de plantas, las palmeras y magnolios y los viejos fresnos que rodean toda la plaza. Además, sin los puestos se podría apreciar en toda su belleza el monumento levantado en 1892 a nuestro inmortal artista, el genio por antonomasia de la pintura, Diego de Velázquez, que ocupa el centro de la plaza. El pintor aparece representado en la actitud que el mismo se retrató en el cuadro de Las Meninas, en un bronce obra del magnífico escultor Antonio Susillo y sobre un pedestal diseñado por Juan Talavera de la Vega. ¿Se puede pedir más?. Una auténtica conjunción de talentos creativos. Un fragmento de la Sevilla de finales del siglo XIX, a caballo entre el romanticismo y el modernismo, y que aún tenemos entre nosotros.
Antonio Susillo podría ocupar un lugar en la galería de esculturas de sevillanos ilustres que el mismo erigió en la fachada de la calle Palos de la Frontera del Palacio de San Telmo, junto a Murillo y Velázquez, Lope de Rueda, precursor del teatro español, el poeta Fernando de Herrera y otros. Nuestro mejor homenaje debe ser conocer y valorar su obra, divulgarla entre todos los sevillanos y los visitantes, mimando sus esculturas como el Miguel de Mañara de los Jardines de la Caridad y el Daoiz de la Plaza de la Gavidia. Por no mencionar el Cristo de las Mieles en la glorieta central del Cementerio, a cuyo pie están los restos de nuestro escultor, casi como en un relato de leyenda. Un auténtico museo al aire libre repartido por toda Sevilla.
Recientemente se ha restaurado el monumento de la plaza del Duque. Por desgracia le han colocado a Velázquez en la cabeza unos alambres puntiagudos, seguramente con la mejor intención de evitar que las palomas lo ensucien y corroan el bronce. Pero en mi opinión, el resultado estético es muy desacertado. Con la intención de proteger su posible deterioro se afea permanentemente la magnífica escultura. Hoy por hoy, la plaza está sacrificada por el mercadillo y Velázquez permanece coronado de espinas.
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