¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Capitanía y los “contenedores culturales”
PASA LA VIDA
LA Real Orquesta Sinfónica de Sevilla dio vida anoche desde el foso del Maestranza a la ópera La favorita de Donizetti con el recuerdo a Vjekoslav Sutej, su primer director, fallecido la semana pasada. La batuta que cohesionó a la heterogénea plantilla fundacional de la orquesta, la que dejó boquiabiertos a los melómanos desde su concierto inaugural en 1991, no pudo librarse de la leucemia como el tenor José Carreras. Merecía en vida el homenaje que no ha tenido por parte de una ciudad en la que contribuyó a ilusionar de nuevo con la música clásica.
Gigi Sutej, que podía acreditar el éxito de su actividad estable nada menos que en Viena, además de Venecia y Houston, era mejor director para ópera (cohesionaba muy bien las voces y sabía sacar lo mejor de los cantantes) que para repertorio sinfónico, como demostró en una Bohème de ensueño. Hubiera encandilado más aún a los sevillanos de haber vivido la época del Maestranza con la Sinfónica siempre en el teatro (dejando atrás la Sala Apolo, impropia para esta orquesta) e interpretando con regularidad varias óperas por temporada. Por desgracia, lo que conoció (y todos padecimos) fue la inoperancia del Ayuntamiento para sostener el rotundo éxito inicial de la Sinfónica, dejando de aportar su obligada asignación y provocándole tal asfixia económica que, como si estuviéramos en el Tercer Mundo, Teresa Berganza tuvo que dar un concierto benéfico para recaudar fondos. Se fue en 1996, convencido de que en Sevilla las instituciones no son de fiar.
Ahora la Sinfónica y el Maestranza están en un tris de vivir otro momento crítico. Después de invertir el Ministerio de Cultura 10 millones de euros en la ampliación y modernización escénica del teatro, ahora el Ayuntamiento y la Junta (la Diputación, en cambio, mantiene su compromiso), procurando no señalarse ante la opinión pública, pretenden disminuir su aportación al teatro en los presupuestos del 2010, y que sus gestores se las apañen como puedas. Más grave aún es la tentación municipal de desamparar económicamente a la ROSS. Esto no es culpa de la crisis, sino sobre todo de gobernar mal y errar de continuo en la invención de apuestas estratégicas cuyo tiro nos sale carísimo y por la culata.
Pedro Halffter tiene en su mano la batuta para evitar una involución de 15 años en el teatro y en la orquesta, cuando la unanimidad de los medios de información y la reacción de los sectores culturales acoquinó a los políticos que osaban cortarle el grifo al Maestranza. Ha de plantar cara a lo que se planea. La sociedad sevillana le respaldará, como verdadera propietaria y protagonista de su casa grande de la cultura, por otro lado tan desaprovechada para el turismo cultural de alto poder adquisitivo. Y le garantizo que, pese a que Sevilla tiende a ser sumisa e indolente, no consentirá una estocada a la Sinfónica y acabará con la carrera política de Maribel Montaño y de cualquiera que tenga el cargo de delegado municipal de Cultura y no sea capaz de garantizarle a teatro y orquesta los recursos planificados.
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