Ignacio Martínez

La energía de Barrio Sésamo

Hoja de ruta

16 de octubre 2009 - 01:00

LA política tiene la dificultad de resolver situaciones complejas y comunicar mensajes simples. Lo que produce un efecto perverso: la necesaria sencillez del mensaje acaba arrastrando al proceso de decisión. Le pasa al presidente del Gobierno con tanta frecuencia que inspiró al filósofo Gustavo Bueno un cruel ensayo titulado Zapatero y el pensamiento de Alicia. Un presidente en el país de las maravillas. La tesis era que el jefe del Gobierno actúa con una sonrisa permanente, una actitud optimista angelical y un concepto del mundo cercano a la ensoñación infantil. Un buen ejemplo es la lamentable ausencia de una política energética en España. El Gobierno ha cambiado ¡tres veces! su estrategia de primas para la energía termosolar en los cinco últimos meses, en dos ocasiones en una semana: los diputados socialistas rechazaron ayer en el Congreso una enmienda aprobada por los senadores socialistas hace nueve días.

En España ha empezado una guerra energética y el Gobierno no se entera. En julio decidió que la central nuclear de Garoña cierre dentro de cuatro años, en vez de 10 como había recomendado el Consejo de Seguridad Nuclear. Y cuando se le pregunta a Zapatero por el futuro nuclear, responde que él lo que quiere es mientras más renovables mejor. Argumento que nos lleva de Lewis Carrol a Barrio Sésamo: las-renovables-son-buenas. Eso nadie lo discute, pero España prevé que en 2020 las renovables suministren una quinta parte de la energía básica que necesite el país, y la pregunta es sencilla: ¿cómo será el otro 80% restante? El presidente no lo dice, probablemente porque no lo sabe.

Aquí entran en colisión los intereses, la contaminación, el coste y el suministro del gas, el carbón, las nucleares, las petroleras, las solares, las eólicas, etcétera, y nadie sabe cuál es el mix energético final, ni la factura resultante para el consumidor. Los lobbies presionan y el déficit tarifario aumenta. España tiene una tasa de autoabastecimiento inferior al 20% de su consumo, en Europa es del 50% y en Andalucía del 6%. Las renovables representan una de las soluciones principales, pero no la única: están limitadas por su capacidad y por su carácter desobediente: el sol, el viento o la lluvia no se pueden programar.

También las condiciona su coste. En 2007 el Gobierno hizo un decreto para primar 500 megavatios de plantas termosolares con 271 euros por MW. La redacción estaba tan mal hecha, que al cabo de dos años la demanda es de 4.300 MW. Un decreto publicado en mayo y las decisiones contradictorias del Senado y el Congreso en los últimos días son el resultado de la alarma del Ministerio de Industria, porque se dispara la tarifa. Hay que exigirle al presidente que vaya más allá del simplismo nuclear-malo, renovable-bueno. La vida real es mucho más compleja que Barrio Sésamo. Desgraciadamente.

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