Rafael Caparrós

La reforma sanitaria de Obama

La tribuna

07 de septiembre 2009 - 01:00

Adiferencia del modelo sanitario europeo, de cobertura universal y financiación pública, el norteamericano es de carácter particular y financiación privada. El resultado de esas dos diferencias ha resultado catastrófico para los estadounidenses: 48 millones de ellos carecen por completo de cobertura sanitaria, y otros 93 millones tienen una cobertura muy limitada, teniendo que destinar sus titulares más del 10% de sus ingresos familiares a pagar sus facturas médico-farmacéuticas. Además, el coste del sistema norteamericano es disparatado: más del doble que cualquier otro europeo, sin repercutir en los pacientes ni la mitad de atención. Todo ello ha provocado un altísimo nivel de insatisfacción ciudadana: sólo el 21% de los estadounidenses está satisfecho con su sistema sanitario, frente al 64% de franceses.

Ese sistema puramente liberal se estableció en EEUU en 1947. Frente a la propuesta de los sindicatos que abogaban, con el apoyo del presidente Truman, por establecer un sistema sanitario de financiación pública, la banca y las compañías de seguros promovieron la antisindical ley Taft-Harley, que finalmente fue aprobada por dos terceras partes del Congreso de EEUU, dominado a la sazón por el Partido Republicano. Dicha ley estableció que la cobertura sanitaria debía negociarse en los altamente descentralizados convenios colectivos (empresa por empresa), y financiarse mediante pólizas de aseguramiento sanitario privado, pagadas por los empresarios y trabajadores de cada empresa. Las compañías de seguros privados acordarían, a su vez, con los proveedores de servicios sanitarios, médicos y hospitalarios, la provisión de la atención médica para cada caso concreto.

Éste fue el resultado de la alianza política entre las grandes empresas y las compañías de seguros. Se trataba de controlar a la fuerza de trabajo pues, cuando el trabajador pierde su puesto de trabajo no sólo pierde su salario, sino también su cobertura sanitaria y la de su familia. El impacto disciplinario de tal sistema es enorme. El trabajador se lo piensa dos veces antes de enfrentarse con el empresario. Ésta es la causa de que EEUU sea el país de la OCDE con menos días de huelga al año.

Las compañías de seguros sanitarios privadas son, con las farmacéuticas, las que tienen los beneficios más elevados en EEUU (12.000 millones de dólares en 2007). La persona mejor pagada del país es William McGuire, presidente de United Health Group, que percibe 37 millones de dólares al año, más 1.776 millones en acciones corporativas. Los dirigentes de esas compañías son, según el The New York Times, los ejecutivos con los ingresos más exuberantes. Y ambos sectores empresariales disfrutan del poder adicional que les confiere el ser los principales financiadores de los dos grandes partidos políticos, cuyas campañas electorales sufragan por igual. Durante los pasados meses Obama ha venido librando una guerra sin cuartel contra estos poderosísimos lobbies, crucial para su propia legitimidad política. La ofensiva de la "derecha rabiosa", como la llama Krugman, para frenar la iniciativa presidencial ha sido tan sucia como arrolladora y se ha librado fundamentalmente en la televisión.

Para los liberal-conservadores toda intervención económica del Estado en la sociedad civil es un pecado mortal, excepto, claro está, cuando se trata de salvar de la quiebra a las grandes empresas privadas… Por eso, la perspectiva de un seguro médico estatal desató una agresiva campaña mediática contra Obama. En un país tan individualista, tan proclive a las etiquetas fáciles, y donde la ideología del neoliberalismo económico es hegemónica, le han venido colgando sucesivamente las de derrochador -según el hostil Comité de Finanzas del Senado, el coste de la reforma sería superior a un trillón de dólares durante los próximos diez años-, nazi, socialista, y hasta la de asesino de viejecitos, lo que le obligó a desmentir públicamente que su propuesta de ley promoviera la eutanasia de los mayores. ¿No les suena?

Para clarificar su mensaje, Obama ha reactivado los recursos de su campaña electoral -internet, los voluntarios de MoveOn, las asambleas de vecinos-. Pero al final ha cedido a la principal demanda republicana: la implantación de un sistema sanitario mixto. Con todo, y pese a contar con mayoría en ambas cámaras, el triunfo de su ya descafeinada reforma sanitaria -el texto disponible hasta ahora expande Medicaid (el sistema público que cubre a los más pobres y a los discapacitados), crea nuevas opciones de seguros, subsidia a los individuos para que se aseguren y obliga a las empresas a asegurar a sus empleados (ahora es voluntario) o a pagar impuestos- no está garantizado, porque las elecciones legislativas de 2010 están cerca y muchos demócratas conservadores no quieren jugarse su reelección en una baza tan impopular en USA como la de la "socialización de la sanidad".

stats