La aldaba
Carlos Navarro Antolín
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La tribuna
LAS elecciones que tuvieron lugar el 12 de junio en Irán, que culminan con la investidura como presidente de Mahmud Ahmadineyad, más que el fin de un proceso electoral han resultado ser el comienzo de un juicio al sistema de gobierno que se instauró en Irán en el año 1979. Estas elecciones se han presentado en los medios de comunicación occidentales como un fraude donde el candidato reformista, Mousavi, habría sido boicoteado por el presidente Mahmud Ahmadineyad, que según los datos oficiales resultó vencedor por una amplia mayoría. Las cosas no son tan simples y aunque Mousavi, aparte de las simpatías de Occidente, tenía el apoyo de una parte de la población, entre la que se incluían los jóvenes de las ciudades e incluso sectores reformistas del clero, Ahmadineyad era el candidato favorito de las clases populares. A pesar de ello, la situación no es fácil para el recién investido presidente. La violencia en la represión de las manifestaciones de los partidarios de Mousavi que tuvieron lugar tras las elecciones y que originaron varias decenas de muertos, no sólo ha puesto a Irán en el punto de mira de la comunidad internacional, sino que está creando a Ahmadineyad serios problemas entre sus correligionarios.
Además, frente a los ancianos clérigos barbudos, de largos ropajes y tocados con turbantes del Consejo de los Guardianes que ratificaron la victoria de Ahmadineyad, en la lucha iraní han aparecido nuevos contendientes, mujeres con velos verdes, el color de Mousavi. Las fotos que se han publicado en los periódicos de todo el mundo han mostrado una nueva cara de Irán, hasta ahora inédita en el mundo occidental: la de unas mujeres jóvenes con el pelo cubierto, como mandan las leyes iraníes, pero maquilladas y desafiantes ante la policía. Estas manifestaciones tienen nombre femenino, Neda, desde el día en que una joven estudiante con ese nombre fue abatida por los disparos de la policía mientras el teléfono de otro manifestante grababa su muerte y poco después la difundía al mundo entero a través de internet. Un día antes de la muerte de Neda, Taraneh Mousavi, otra seguidora del candidato de su mismo nombre, fue detenida en las calles de Teherán. Sus padres fueron amenazados para que no hablaran con nadie sobre la desaparición de su única hija, pero la información se difundió a través de Facebook. El 3 de agosto se encontró su cadáver quemado y con signos de tortura.
Neda y Taraneh son sólo dos de las muchas mujeres que han puesto cara a las manifestaciones en Irán, la mayor parte de las cuales aun no han cumplido treinta años, por lo que nacieron después de la revolución del 79, y crecieron obligadas a cubrirse el cuerpo y sin poder maquillarse. Pero esta revolución hizo también algo mucho más subversivo: las llevó a las escuelas cuando eran niñas; es más, al imponer una medida tan retrógrada desde el punto de vista occidental como la enseñanza segregada por sexos en las universidades, un porcentaje hasta entonces impensable de mujeres accedió a los estudios superiores, ya que en esas condiciones las familias conservadoras permitieron a sus hijas asistir a clase. La revolución ha enseñado a sus hijas a pensar y a obrar por sí mismas y ahora no están dispuestas a que les nieguen los derechos más básicos.
La depuesta dinastía Pahlevi pretendió modernizar Irán prohibiendo el velo por decreto; una revolución popular la echó del país y el velo fue impuesto incluso a las mujeres que nunca lo habían llevado. Los clérigos que lo impusieron no eran conscientes de que dar educación a las mujeres era la auténtica revolución, cosa que sabían muy bien los gobernantes talibanes del vecino Afganistán, que prohibieron la educación de las niñas. Desgraciadamente para Afganistán este analfabetismo ha sumido al país en un atraso del que tardará décadas en recuperarse. Afortunadamente para Irán, algo tan artificial y externo como el velo puede caer en cuestión de meses.
La revolución iraní está siendo devorada por sus hijas. Sus armas son los velos verdes y la comunicación por internet, armas que se antojan escasas para luchar contra la cerrazón de los iraníes más reaccionarios. Pero ellas cuentan con algo más: la fuerza de su juventud y sobre todo su firme decisión de no rendirse. Por el bien de todos, para que el mundo sea un lugar más habitable, esperemos que no pierdan esta batalla. Esperemos también que Neda y Taraneh sean las únicas que no estén presentes el día de la victoria.
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