Juan Luis Pavón

Belenes de amor o de odio

PASA LA VIDA

29 de diciembre 2009 - 01:00

LA ruta sevillana de los belenes, ya sean napolitanos, de la Asociación La Roldana o de la solidaridad de los trasplantados, está llena de candor y de adulta infancia recuperada. En el belén mediático la inocencia no es de celeste cielo sino de roja sangre derramada. La estrella no anuncia paz sino odio. Y Herodes tiene pinta de primer ministro israelí y de milicianos de Hamás. El regalo que nos depara el final de la jornada de belenes y compras es el balance de bombas, cohetes, muertos y heridos. Como para coger la pandereta y cantar A Belén, pastores, a Belén, chiquillos.

A las fiestas familiares por antonomasia se les ha unido la tradición episcopal de reivindicar en Madrid a la Sagrada Familia. Y la jerarquía eclesiástica, unisex por voluntad propia, monta pantallas y conexiones vía satélite para arremeter contra las familias monoparentales, que en su mayor parte celebra la Navidad y no sabe lo que es el solsticio de invierno. Qué ganas de buscarse enemistades y meterle el miedo en el cuerpo a padres o madres que ya tienen bastante con tirar de su carro como para aguantar el peso de los sambenitos.

En el belén de 2008, la huida a Egipto es la de los palestinos heridos, a los que Hamás intenta evitar que traspasen la frontera. La señal del cielo es la de los aviones israelíes arrasando los portales de Gaza anticipándose a que Obama proclame su buena nueva desde una casa blanca y quiera comparecer con oro, incienso y mirra para que se firme una paz duradera. En ese belén globalizado en el que todos somos una gran familia que nos matamos los unos a los otros, los cardenales marcan distancias entre sí a la hora de amar al prójimo. Amigo se queda en Sevilla y en su carta diocesana a las familias se puede apreciar un tono conciliador y muy distinto a la tirantez de Rouco en su homilía de la madrileña Plaza de Colón, todo un clásico para perturbar el sosiego del espíritu navideño.

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