¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
DE POCO UN TODO
NO hablaré mal de la película Camino. Para hacerlo tendría que ir a verla. Se dice que sale gratis meterse con la Iglesia, o con una institución suya, como es el caso en esta película que arremete contra el Opus Dei manipulando la historia de Alexia González-Barros, una niña de catorce años que murió de cáncer y que tiene abierta una causa de canonización. En realidad, sale rentable. Los digamos artistas aprovechan el tirón taquillero del morbo antirreligioso; se benefician de la publicidad de los encantados medios laicistas, por un lado, y de los ofendidos medios católicos, por otro; y, para colmo, los fieles, en vez de lanzarles una fatwa, ofrecen oraciones por ellos. Cuánto se ha rezado, Dios mío, por Dan Brown, el autor de El Código da Vinci. A mí a veces me entra el mal del hermano mayor del hijo pródigo y protesto: vale, y por los que defendemos a la Iglesia, ¿quién reza?
Esta película coincide con el ochenta aniversario del nacimiento del Opus Dei, que se celebra justo mañana. En mis artículos he escrito mucho más de política que del Opus Dei por lo mismo, mutatis mutandis, que hablo más de mi suegra que de mi madre, como ha advertido mi mujer seriamente. Cuánto más íntimo es algo, menos apetece sacarlo en los periódicos, y lo cotidiano no nos suena a noticia. Gracias, sin embargo, al estreno de Camino hoy hablaré un poco de la Obra para que la verdad no sufra por culpa de nuestro silencio.
Lo que más se escucha sobre el Opus Dei son los gritos que desde hace ochenta años llevan pegando algunos para asustar al respetable: "¡Que viene el Opus, que viene el Opus!" El problema de los gritones es de credibilidad: cada vez son más las personas que conocen la Obra y que han pasado por sus medios de formación, sus colegios o sus obras sociales. Como es natural, les habrá gustado más o menos, habrán congeniado o no con su estilo, pero todos han podido comprobar que de esas fieras ululantes que se atizan como espantajos nada de nada.
Aunque al Opus Dei se le puede entender incluso sin fe (siempre que tampoco se tenga mala fe), la gran dificultad para el mundo actual es que los del Opus Dei, como tantos otros cristianos, creen de verdad en Jesús, escándalo para los judíos y necedad para los griegos. Esto es una perogrullada, sí, pero en el fondo a la Obra se la crítica a menudo por su visión sobrenatural, su terca costumbre de servir a Dios antes que a los hombres y su fidelidad al Papa y al Magisterio. San Josemaría, hace ochenta años, daba con un camino de santificación en la vida ordinaria. No sé si vio que nos daba, además, un tema de conversación inagotable.
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