La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Los caídos de la Sevilla de Oseluí
Desde mi córner
DISPARATADO partido, una hermosa locura que, de repetirse con frecuencia, va a demandar una ampliación del estadio. Lo del sábado en Nervión fue una bendita majaretada que hizo del fútbol una obra de arte. No es así como generalmente les gusta jugar a los entrenadores, pero puede servir para incrementar la nómina de aficionados al fútbol. Un curso para el proselitismo con la guinda, además, de que los puntos no volaron.
Ha pasado mucho tiempo del Sevilla-Espanyol; al menos, el tiempo suficiente para haber leído y escuchado muchas opiniones vertidas al respecto. Y tras haber recabado todo tipo de versiones sobre el carrusel de fútbol que el Sevilla desgranó por sus botas, servidor de Dios y de usted está en condiciones de decir que a ese tipo de fútbol me apunto de por vida. Que se arriesga demasiado en defensa es cierto, pero atacando así a ver qué rival es el que se mantiene en pie.
Quitando a los grandes de verdad, nunca he visto atacar tan desaforadamente, tan fanatizada y sincronizadamente como le atacó el Sevilla a la tropa de Quique Sánchez Flores. Era como un toque a rebato que dejaba con el culo al aire a todos esos orates que cuestionaban a Sampaoli antes de que el fútbol real diese la cara. Y es que haber perdido la Supercopa europea tan dignamente con el Madrid y la española al nivel que le permitió el Barça no es la cara real del fútbol.
El curso real para el Sevilla empezó el sábado y ahí pudimos verificar que, si la vida no se tuerce, Nervión puede convertirse en un manicomio cada quince días. Pero un psiquiátrico para el gozo aunque las sombras puedan aparecer alguna que otra vez. Pasa que las sombras también aparecen dándole para arriba y aculado atrás, por lo que mejor esta maravillosa locura que una rutina sin atractivo alguno. Y si el Mudo vuelve a hablar como habló en el cuarto gol, la releche.
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