¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Capitanía y los “contenedores culturales”
La ciudad y los días
ALGUNOS de los mejores momentos lectores de mi vida se los debo a Julio Verne. Lo sigo leyendo, ya sesentón, por el puro placer de hacerlo y para evocar aquella felicidad que vive entre las páginas de sus novelas. Conservo con cariño algunos libros de la iniciática Colección Historias de Bruguera -que combinaba el texto abreviado con su desarrollo en historietas- y de las ediciones íntegras de la Editorial Molino, con las portadas de ese excelente ilustrador que fue Juan Serrabona. No conservo los más antiguos libros de Verne que he leído, en la colección Le Livre de Poche, porque los sacaba en préstamo de la Biblioteca del Instituto Francés de Tánger, animado por los profesores de mi colegio público francés -L'Ecole Perrier-, que fomentaban la lectura y el uso de la biblioteca del Instituto Francés tangerino. Se sentía uno muy importante y muy mayor cuando iba a la Biblioteca a cambiar su libro y la bibliotecaria buscaba la ficha en unos cajoncillos largos y estrechos de madera. Dejé Tánger con 11 años, lo que indica la importancia que la educación francesa daba a la lectura en el ciclo de educación primaria.
Muchas veces me he preguntado si en la era de los videojuegos los niños siguen leyendo a Julio Verne. Pocas puertas hay más hermosas para iniciarse en la lectura. Por eso me ha alegrado saber que el colegio Maestro Pepe González de San José de la Rinconada ha programado para este curso el Proyecto Julio Verne que, de octubre a abril -concluye hoy tras la Semana Cultural dedicada al autor francés-, se propone dar a conocer la vida y la obra de Verne, así como las adaptaciones que de ellas se han hecho; tomar como eje algunas obras de Verne para implicar transversalmente todas la áreas de conocimiento; y hacer partícipes de las familias y a los alumnos de la lectura como fuente de ocio y diversión.
Las obras seleccionadas han sido El castillo de los Cárpatos, 20.000 leguas de viaje submarino, Viaje al centro de la Tierra, De la Tierra a la Luna y La vuelta al mundo en 80 días. No sé que efecto tendrán sobre los niños de este colegio de La Rinconada, pero recuerdo la primera vez que leí cada una de ellas. Ojalá leyéndolo sueñen como soñé, viajen como viajé, se diviertan como de divertí y así aprendan a amar la lectura y relean a Verne, dentro de muchos años, para agradecer y revivir esta felicidad. Felicidades al claustro de profesores.
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