Gafas de cerca
Tacho Rufino
Un juego de suma fea
¡Oh, Fabio!
CON la primavera, cuando aún están las cofradías en la calle, nos llega a la redacción del periódico el primer libro en español de Robert Goodwin, España. Centro del mundo 1519-1682 (La Esfera). Recibir oliendo a tinta fresca la obra de un amigo es siempre un acontecimiento dichoso, pero la alegría aún es mayor cuando, días después, la vemos exhibida en el siempre apetitoso mostrador de la librería Talía, en Villafranca de los Barros, negocio-trinchera gestionado por Joaquín Moraga, uno de esos libreros casi heroicos gracias a los cuales la cultura se mantiene en los pueblos. Sabemos que a Goodwin (Bob para sus muchos amigos) le gustará ver su libro en las grandes librerías de Madrid o Sevilla, pero también entendemos que mucho más le agradará saber que el hijo de sus desvelos llega silenciosamente a esa España rural que él tan bien conoce y estima.
Robert Goodwin y Joaquín Moraga son la nueva sangre de dos arquetipos fundamentales en nuestra cultura: el inglés como la reencarnación del hispanismo de corte romántico y viajero, amante de los toros, el vino de Jerez, la gastronomía, el pueblo, el arte, la historia y los paisajes ibéricos; el extremeño como la nueva sangre que da vida a la figura del librero callado y laborioso, paisano de amplias lecturas que motea su conversación con nombres que pronuncia con el fervor de una oración vieja y querida (Baroja, Unamuno, Zambrano…). La historia cultural de España habría sido muy diferente -y, sin duda, más triste y aburrida- sin la existencia de estos entrañables personajes. Por eso, siempre que localizamos una pequeña librería en cualquier punto de la geografía rural española, bien sea Las Galletas (Tenerife) o Villafranca de los Barros (Badajoz), intentamos comprar algún libro con el que apoyar la gesta; y por eso también queremos a Robert Goodwin, al que conocemos desde la juventud más radiante y con el que tantos intereses seguimos compartiendo.
Goodwin nos hace el favor de regalarnos España en unos momentos en que algunos llegan, incluso, a poner en duda la realidad que palpita tras ese nombre. Como él mismo nos ha dicho alguna vez, con su fina ironía expresada en un divertido español angloandaluz, "toda esta pesadez del nacionalismo es tan española…". Al fin y al cabo, Bob pertenece a esa Inglaterra cosmopolita y despreocupada que nada tiene que ver con los profetas del Brexit, esa Albión sonriente, disfrutona, culta y abierta al mundo que es, al igual que la librería Talía, la patria de todas las personas de buena voluntad.
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