Javier / Mérida

No es el momento de fichar al gran Juande

Con efecto

JUANDE Ramos es un gran entrenador. Particularmente, en el cuarto largo de siglo que servidor lleva ejerciendo la profesión en Sevilla, de los tres mejores a los que he tenido la fortuna de ver trabajar. Amén de sus resultados -clasificación europea con el Betis y cinco títulos con el Sevilla-, el técnico de Pedro Muñoz se significó por un trabajo escrupuloso y profesional de lunes a domingo.

Pocos como el manchego son capaces de poner a punto a una plantilla con vistas a un partido, casi ninguno como él en lo que un avezado compañero de pluma define como ajuste fino y que hoy se da en llamar entrenamiento de activación, es decir, esa última sesión previa al partido que para algunos entrenadores apenas consiste en que sus futbolistas suelten el músculo y que en el caso de Juande, cuentan algunos jugadores, era bastante más que un protocolo.

Pero, si me dan a elegir, la faceta en la que el peromuñicense es sobresaliente, seguramente el mejor, es en la dirección de partidos. Durante los noventa minutos, a ras de césped, su carácter frío le permite ver lo que ninguno. Sus cambios de futbolistas o de posición, en ocasiones, incluso resultan sorprendentes, pero el efecto que producen habitualmente llena al técnico de razones. Dicen los que entienden el juego que es lo más difícil, de ahí que hubiese entrenadores, como Terry Venables, que presenciaban la primera parte desde el palco, con una perspectiva más amplia que a pie de banquillo. Otros, como José Antonio Camacho, tenían un segundo, en su caso Pepe Carcelén, también seco de carácter y manchego, que veía de cine hasta qué hacía el extremo de la banda contraria.

Extenso preámbulo al margen, lo que hoy se discierne es la idoneidad del fichaje de Juande por el Betis en tal coyuntura actual. Y la impresión que da, en primera instancia, es que éste no anda ilusionado con la tarea, que vendría mitad por la insistencia de los consejeros, mitad porque le aceptarían una soldada generosa. Poco más.

El manchego, además, es de largo recorrido, de empezar pretemporada en ristre, no esa especie de bombero que el Betis necesita hoy y que, seguro, halló ya en Merino.

Además, no hay más cera porque eso significaría fiarse más aún de la grisura de ese embaucador que atiende por Eduardo Maciá. ¡Qué bien haría el club despidiendo ya a este sujeto, confiando de nuevo en Alexis o preparando un sustituto de la tierra que no engañase a nadie, dejando a Merino en el banquillo y planificando el próximo curso! ¿O alguien duda de que el linense no iba a dejar al Betis en Primera? Entonces, con permiso del gaditano, sí podría ser el momento del gran Juande.

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