¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
DE POCO UN TODO
DEBERÍAMOS celebrar elecciones constantemente para que los políticos nos dijesen cosas bonitas al oído y, sobre todo, para poder echarlos en cuanto no las cumpliesen. Como las de aquí me parecen pocas, yo sostenía que tendríamos que poder votar también en las elecciones de los Estados Unidos. En un mundo globalizado el presidente de Norteamérica nos afecta más que quien sea nuestro señor alcalde, dicho sea con todos los respetos.
Pero me equivocaba. No es justo votar en un país al que no se pertenece y por el que uno no está dispuesto a sacrificarse. Aquí (con algunas excepciones) aplicamos a USA una filosofía consumista de usar y tirar. Nos pirran algunos aspectos superficiales de su sociedad (Sexo en Nueva York, las hamburguesas, la NBA, el I-Pod o los pantalones vaqueros), pero no los valores que la sostienen ni que ellos los defiendan y, de paso, nos defiendan.
Me alegro de no votar, además. Si votásemos los españoles, ganaba Obama sin necesidad de campaña ni nada. En nuestras televisiones el entusiasmo por Barack es indescriptible y la gente, como es natural, está convencida de que él es buenísimo y de que su triunfo es seguro y necesario. De hecho, si pierde, será porque los norteamericanos son unos racistas. Sólo por eso.
Las cosas no están tan claras, sin embargo. Se presenta otro, un desconocido para el televidente español, pero que allí tiene su predicamento. Ese señor, llamado John McCain, ha escogido como candidata a vicepresidenta a Sarah Palin, que es la gobernadora de Alaska y, a la vez, la muy atractiva madre de cinco hijos: el mayor acude a Iraq como voluntario, el pequeño es un bebé síndrome de Down que se negó a abortar, y su hija Bristol está embarazada de su novio, y tampoco piensa abortar. Su designación ha producido una gran expectación por múltiples motivos. Se trata de una mujer joven, con experiencia ejecutiva, alejada de los laberintos políticos de Washington, enemiga de la corrupción, partidaria de la familia y de los rifles, escéptica del calentamiento global y activista provida. Yo jamás diría que si no la votan es porque los yankis son machistas: tienen motivos de sobra tanto para no votarla como para votarla. No se esconde.
Todo indica que en América vamos a contemplar un apasionante debate de ideas y valores. Aquí Rajoy ha prometido hablar de economía como si hubiese hablado de alguna otra cosa desde su súbita conversión al centrismo reformista. Zapatero, en cambio, habla que te habla, pero de economía ni mu. O sea, más de lo mismo. Yo, aunque no pueda votar, seguiré con mucho interés la campaña americana. Puede haber sorpresas.
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