José Manuel Aguilar Cuenca

Se ha abierto la veda

La tribuna

05 de enero 2015 - 01:00

EL Tribunal Supremo despide el año con una sentencia que ha ocupado las portadas en los medios y provocado un torrente de comentarios en internet, precisamente en un tema que ha marcado el 2014. La sección 1 de lo Civil ha afirmado que "la custodia compartida conlleva como premisa la necesidad de que entre los padres exista una relación de mutuo respeto que permita la adopción actitudes (sic) y conductas que beneficien al menor".

Existen dos grandes motivos para el conflicto entre partes. El primero es que hay gente que necesita el conflicto para su propia existencia.

Necesita vivir enfrentado a otro para dar sentido a su mensaje, para tener una razón que les justifique. Estaríamos hablando de los nacionalistas, los radicales de izquierda o derecha y todos aquellos que defienden que descienden de un mono mejor que el de su vecino ¿Qué sería de un racista si no existiera el otro al que menospreciar? La izquierda tenía a su gran demonio siempre a mano hasta que se le cayó el Muro de Berlín en lo alto. Entonces tuvo que cambiar el contenido de sus soflamas y encontró la bandera de la causa de lo que ellos llamaron minorías o grupos discriminados -los inmigrantes, la mujer, los homosexuales, etc- para poder justificar que siguen respirando. Cuando ya el discurso de la lucha de clases dejó de tener sentido, en un mundo donde se ha hecho imposible distinguir las decisiones económicas de los gobiernos de Zapatero y Rajoy surgió, entre otros, el discurso de la lucha de géneros, lo que permitió que la maquinaria se perpetuara.

Los divorcios constituyen otro escenario en donde se expresa la misma idea. En las rupturas de pareja nos encontramos aquellos que, una vez que ya nada les queda en común, utilizan lo que sea para seguir manteniendo una relación, aun tóxica, con el otro. No les importa el precio que tienen que pagar, ni aun qué usar y por eso no dudan en utilizar a sus hijos como cosas que lanzar al otro a la cabeza. Como los anteriores, el conflicto es el motivo de su existencia y, conscientes de ello, lo adoptan no como un fin, sino como un medio para seguir viviendo.

El segundo motivo para el conflicto es la consecuencia directa de lo anterior. Las acciones de aquellos que no son nada si cada vez que abren la boca no esputan su rabia contra el que consideran su oponente o adoptan una posición victimista para justificar su reacción agresiva y desproporcionada, es que el conflicto provoca ganancias. Las ganancias pueden ser de diversa naturaleza. Las hay materiales, como podría ser el dinero o una propiedad, pero las más comunes son emocionales. En mi débil autoestima encontrar alguien a quien atacar es un camino para acallar la pobreza de mi personalidad. Si me dejaste, si no te sometes como venías haciendo hasta ahora y te rebelas alejándote, encuentro en el conflicto una vía para encauzar mi rabia y frustración y curar la herida en mi narcisismo. Si tu oponente político o tu ex pareja te sigue atacando, tras años de haber roto la relación o desaparecer el motivo que lo causó inicialmente, es porque le eres útil. La relación aquí no es de interés u odio como pudiera parecer. Es una relación instrumental.

Me sigues siendo útil, sigues proporcionándome una ganancia y por eso sigo en este enfrentamiento sin fin, que a ojos de todos no hace más que llevarnos a ambos al abismo. Porque no me importa caer en él, con tal de que tú caigas conmigo.

El Tribunal Supremo acaba de abrir la veda, al dar el argumento fácil a todos aquellos que quieran seguir encontrando útil a su ex para que inunden los juzgados con mil denuncias e interferencias en las resoluciones judiciales, en un país con juzgados ya saturados, incapaces de resolver pronto los asuntos que ya tienen. Acaba de poner un gran obstáculo para que podamos ser útiles a la hora de defender a las mujeres maltratadas que necesitan acciones rápidas y contundentes, ya que sus legítimas reclamaciones se van a amontonar en la misma pila que las instrumentales y los ya escasos medios se van a tener que repartir aún entre todos ellos. Acaba de dejar sin protección a decenas de miles de niños que son usados cada año como herramientas útiles en manos de individuos tóxicos.

Y todo ello con un argumento sin apoyo científico alguno. Parece que el Derecho -como el papel- lo aguanta todo, o al menos ellos así lo creen.

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