La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¿Que yo pago la luz en dólares?
La tribuna
CADA día mueren en la Unión Europea setenta y cinco personas por accidente de tráfico. Una enorme tragedia que quizás usted haya sufrido de cerca en su familia o allegados. Lo que puede que no sepa es que en esta misma Unión Europea a la que pertenecemos, cada día fallecen 548 personas por efectos no deseados de los medicamentos, siete veces más que los que se dejan la vida en las carreteras y calles de nuestro continente. Esto afirma el prestigioso médico Juan Gérvas en la revista Acta Sanitaria de hace unos días, en cuya página web puede consultar más detalles si esta noticia le causa sorpresa.
Porque sorpresa es lo que causa esta noticia, a pesar de que septupliquen las escandalosas cifras de muertes por accidentes de tráfico a las que estamos tan sensibilizados. Quizás sea hora de que todos vayamos tomando conciencia de este gravísimo problema de salud pública, porque si usted, cuando ha comenzado a leer este artículo ha podido recordar a personas más o menos cercanas que fallecieron en una carretera, es muy probable que no recuerde a ninguna que muriera a causa de un medicamento. Pero debe saber una cosa: por cada fallecido en un vehículo que le venga a la memoria hay siete que dejaron este mundo de la mano de esos productos a los que usted les tiene tanta fe, por utilizar una terminología menos académica.
Pero no queda ahí la cosa, a pesar de que en los diez minutos que usted emplea en leer este artículo cuatro personas hayan fallecido de forma evitable por un medicamento. Desde hace muchos años se sabe que por cada euro que empleamos en fármacos, el ingente y demoniaco gasto farmacéutico del que todos somos tan conscientes, hay que añadir dos más para paliar el daño producido por los mismos. Es decir, el verdadero gasto que producen los medicamentos es triple, un tercio para pagar las medicinas, y dos tercios para pagar los daños que producen las medicinas. De locos, ¿no le parece?
¿Por qué pasa esto?, ¿son tan malos los medicamentos como puede deducirse de esto? La respuesta es no; la razón verdadera es la pésima gestión que se realiza sobre la herramienta más barata que existe para mejorar la salud. No, no son los medicamentos los responsables de esto; es el sectarismo y la pobreza intelectual de quienes lo gestionan.
Los medicamentos se aprueban después de verificar sus beneficios en unos ensayos clínicos cuyas condiciones se alejan mucho de la práctica clínica real. Luego, se manejan en pacientes con frecuencia polimedicados y en los que la interacción entre ellos puede ser con frecuencia perjudicial. Si a esto sumamos que vivimos en una sociedad hipermedicalizada, en la que preferimos tomar comprimidos de vitaminas antes que frutas y verduras, medicamentos para el colesterol antes que modificar nuestra dieta, o un antihipertensivo antes que hacer ejercicio físico o disminuir de peso, por citar ejemplos que podrían extenderse hasta el infinito y más allá, el escenario para que el medicamento se haya convertido en un importante problema de salud pública está servido. Más que servido.
Y para añadir un poco más de tristeza al asunto, únicamente para que usted tome conciencia de lo que pasa, existe solución, pero no se quiere aplicar. Hay respuestas para disminuir la mortalidad y para bajar el coste económico de los daños que producen los medicamentos. Grave, ¿no le parece?
Porque la pobreza de un país no sólo se mide en renta per cápita. La verdadera pobreza es la intelectual y de ahí dimanan el resto de pobrezas. En los colectivos profesionales sanitarios parece que se anteponen los intereses propios del gremio y sus privilegios antes que los de la sociedad. Sus parcelitas. En estos días la Organización Médica Colegial ha criticado de forma desmedida el peligro de que los farmacéuticos se inmiscuyan en un terreno que consideran propio. Ya saben, ese que produce 548 muertos diarios en la Unión Europea y del que deben sentirse únicos responsables. Pero también el Consejo General de Colegios Farmacéuticos trata de ningunear a profesionales con experiencia en la prevención y disminución de este importante problema de salud pública. Mientras en otros países menos pobres intelectualmente esto está tratando de revertirse mediante el trabajo en equipo, en el nuestro reinventamos la Inquisición.
Me despido, querido amigo. Mi más sentido pésame por esto que usted sufrirá cerca más pronto que tarde si no lo ha sufrido ya. Le recuerdo que esto no es el ébola en África. Esto está pasando en su bloque. Y también mata, vaya que si mata. Pregúntele al médico de Michael Jackson.
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