Alto y claro

José Antonio / Carrizosa

¿A alguien le importa Sevilla?

12 de octubre 2014 - 01:00

MIENTRAS el país parece desmoronarse ante nuestros ojos en una semana aciaga como pocas, con la nefasta gestión de la crisis del ébola, las incertidumbres en torno a la integridad del Estado o el escándalo de gastos obscenos con dinero ajeno que afecta a todo un ex vicepresidente del Gobierno de España, aquí, en Sevilla, para no privarnos de nada, asistimos también a una crisis institucional que antepone intereses políticos mezquinos al propio desarrollo de la ciudad. En cuestión de pocos días nos han puesto por delante el espectáculo de ver cómo las rencillas entre partidos comprometían un proyecto de infraestructura como el puente que se proyecta para aliviar el tráfico en la Cartuja o se bloqueaba la renovación de la principal institución cultural y de uno de los pocos activos que de verdad nos pueden proyectar como una ciudad atractiva y moderna: el teatro Maestranza y la Orquesta Sinfónica. Desgraciadamente, esto no es ninguna novedad.

¿A alguien le importa Sevilla? La ciudad, que parece incapaz de despertarse de la crisis más grave desde la posguerra civil, sigue paralizada, atenazada por el desempleo y la inactividad y, lo que es peor, sin perspectivas claras de por dónde debe buscar la salida. Que en medio de este panorama siga primando el interés cortoplacista de unos partidos que parecen no ver lo que tienen delante de sus ojos es descorazonador. El problema no es que se pongan obstáculos para hacer un puente con argumentos que caen de lleno en el ridículo o que se le renueve o se le deje de renovar un contrato a un director de orquesta que será más o menos brillante, lo de verdad es grave de todo esto es que se desprecia el interés de los ciudadanos y se prima el propio sin capacidad aparente de ver más allá del cálculo electoral o el apego al propio sillón.

A estas alturas no hay que ser un analista demasiado perspicaz para concluir que la Junta de Andalucía de Griñán y de Susana Díaz se ha empleado a fondo para hacerle la vida imposible al Ayuntamiento de Juan Ignacio Zoido, por más que en el Palacio de San Telmo se pregunten estos días cómo se ha podido ser tan torpe como para cuestionar con el argumento de contaminación visual un puente situado a pocos metros de la Torre Pelli. Como tampoco hay que hilar muy fino para concluir que el Gobierno de Mariano Rajoy ha hecho lo que ha estado en su mano, que no ha sido poco, para reducir los márgenes de maniobra financiera del Gobierno andaluz, mientras Montoro le echaba un cable a Zoido para remendar con efectividad las maltrechas arcas del Ayuntamiento de Sevilla.

En fin, que todo vale con tal de meterle el dedo en el ojo al contrario e impedir que pueda apuntarse un tanto. ¿Y por qué pasa esto y pasa con tanto descaro? Porque los ciudadanos lo permitimos, perpetuamos legislatura tras legislatura los mismos modos de hacer política y somos incapaces de movilizarnos para exigir que las cosas se hagan de otra forma. Es la tan traída y llevada inexistencia de la sociedad civil, sea ello lo que sea. Esto es un fenómeno que estos días se ve de manera evidente en toda España, pero que en Sevilla adquiere caracteres épicos. Vivimos en unos tiempos que anuncian grandes cambios, pero, por lo que parece, aquí preferimos no darnos por enterados y seguir mirando no sabemos muy bien qué.

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