La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Alto y claro
LA habilidad que ha desarrollado Juan Ignacio Zoido para meterse en charcos de los que además no sabe salir empieza a llamar poderosamente la atención. El último ha sido el del arboricidio masivo perpetrado en la reforma de la céntrica calle Almirante Lobo y todo lo que de él se ha derivado. Un ejemplo claro de cómo no se deben hacer las cosas y de cómo no se debe gestionar la respuesta a las críticas si no se quieren dejar jirones de un prestigio que debe de cuidar como oro en paño porque ahora le va a hacer más falta que nunca. El arranque de los árboles que sombreaban Almirante Lobo es sencillamente un disparate. Se puede estar más o menos de acuerdo con la reforma de ese espacio público que ha emprendido el Ayuntamiento en el más puro estilo de los mejores años de Monteseirín. Pero dejar la calle monda y lironda y anunciar que se van a plantar otras especies menos frondosas y los naranjitos que tan mal resultado han dado en otros sitios es una pésima decisión. La sombra en Sevilla es un valor a conservar como parte de nuestro patrimonio ciudadanos. Cualquiera que estos días, local o foráneo, se atreva a cruzar a las tres de la tarde desde la Puerta de Jerez hasta la Plaza Nueva maldecirá al que dejó una Avenida achicharrada permanentemente bajo el sol. Que ahora el alcalde aplique tan mala receta a otros espacios públicos es para hacérselo mirar. Atentar contra la sombra es hacerlo contra la calidad de vida de Sevilla.
Por tanto, quien diseñara la reforma de la calle no ha demostrado precisamente ser una lumbrera ni saber para qué ciudad trabajaba, defectos en los que ha incurrido también el propio Ayuntamiento y a la cabeza de él su alcalde. Pero tampoco el que ideó la respuesta para hacer frente a las críticas es un estratega consumado. Refugiarse detrás de los técnicos y echar balones fuera en vez de defender el proyecto que se ha aprobado demuestra que se está a la defensiva y falto de reflejos. Si lo que se quería era despejar la visión de la Torre del Oro mucho mejor hubiera sido decirlo y defender esa postura, que seguro que hubiera sido entendida por una parte de la ciudad. Con lo que ha hecho Zoido ha terminado por no quedar bien con nadie.
Lo que refleja esta situación, que como tantas otras desgraciadamente ya no tienen remedio, es que en la Plaza Nueva hay nervios y desconcierto y que eso se está traduciendo en la gestión del día a día municipal. Nervios que seguro que tienen su origen en las incertidumbres electorales que se avecinan. En la carrera para las municipales del próximo año el alcalde parte con una clara ventaja, pero no las tiene todas consigo: el ambiente está cargado y la gente sigue muy enfadada con los políticos en general y con los que mandan en particular. Si a eso unimos que nadie es capaz de ver una Sevilla muy mejorada con respecto a la que cogió hace ya tres años largos, es lógico que haya preocupación en los despachos del gobierno de la ciudad. Pero lo peor que puede hacer ahora mismo Zoido es traducir esos nervios en acciones que molesten y enerven a los ciudadanos. Pensarse las cosas dos veces es una buena táctica para los tiempos que vienen. Y se piensa mejor a la sombra, que el sol todavía calienta demasiado.
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