La aldaba
Carlos Navarro Antolín
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Las dos orillas
EL Festival de Música Antigua de Sevilla, llamado Femás (nombre que suena a marca de cafetera o batidora), es uno de los mejores de España. Sin entrar en comparaciones, Sevilla se ha consolidado como un referente para la música antigua. El Ayuntamiento ha apostado por este proyecto cultural, no sólo ahora con Zoido, sino también antes. Para ello se cuenta con un responsable cualificado, como es el director, Fathmi Alqhai. Es un ejemplo de que la cultura verdadera debe estar por encima de los dimes y diretes de partidos. No obstante, en este festival, como en tantas cosas, se notan las contradicciones de Sevilla.
La música antigua ha conseguido aquí una consideración superior a la alcanzada por otras manifestaciones, como podría ser la programación operística en el Maestranza. En música antigua, Sevilla está al máximo nivel. Aquí han venido y vienen todos los grandes. Este año, por ejemplo, vendrán Jordi Savall y el Hilliard Ensemble. Sin embargo, las grandes orquestas internacionales (y los grandes directores) que llegan a Madrid y Barcelona, ya no suelen incluir Sevilla, a diferencia de lo que ocurrió en la Expo y los años siguientes. Probablemente, la causa es económica. Se necesitan más presupuesto y más público. Pero también puede ocurrir que sea un problema de afición. En los primeros años del Teatro de la Maestranza hubo demasiado esnobismo y novelería. Algo que no ocurre con la música antigua, que interesa a los buenos melómanos.
Sin embargo, esto no es Jauja. La Orquesta Barroca de Sevilla cumple un importante papel, que no se valora justamente. Tenían el proyecto de montar una Pasión según San Mateo, que no ha salido. El Femás aprovecha espacios propicios, como la Catedral y Santa Clara, además del Centro Cultural de Cajasol (antiguo Teatro Álvarez Quintero). Pero sigue fuera del Teatro de la Maestranza, que se debería utilizar para algunos conciertos especiales. No es lógico que se quede al margen.
Este festival tiene su público, que lo conoce y le mantiene fidelidad. También atrae a especialistas y melómanos que vienen esos días, aunque evidentemente no es un turismo masivo y sí selectivo. Ha alcanzado altas cotas, pero le queda un margen de mejora que no conviene olvidar. Se ha visto con lo que pudo ser y no fue, y con algunas puertas cerradas. Esperemos que en próximos años se abran y que Sevilla se afirme como capital de la música antigua.
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