Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
La tribuna
COREA, Berlín, Cuba, Vietnam... Todos estos lugares tienen un solo elemento en común: haber sido un punto caliente durante la Guerra Fría. Hoy, estos lugares ya no son objeto de la competición Este-Oeste pero sí otros emplazamientos, como Georgia y más recientemente Ucrania.
Ucrania en ruso significa frontera, aunque más que una frontera internacional debe ser entendida como una fractura social, cultural y sobre todo un lugar donde chocan dos civilizaciones. Desde la derrota de Poltava en 1709, Ucrania ha sido un territorio en disputa entre Occidente y Oriente. Si bien es cierto que durante la Guerra Fría su pertenencia a la URSS no se cuestionaba, hoy es junto con Georgia el escenario de una nueva Guerra Fría entre Oriente y Occidente. Sólo con estos condicionantes podemos entender los acontecimientos que se están viviendo el la Plaza de la Independencia de Kiev.
Sin remontarnos al siglo XVIII, para comprender la situación actual de esta república ex soviética, es necesario que nos situemos en 2004, es decir, volver a la Revolución Naranja. Entonces Ucrania se debatía entre dos opciones: la pro europea liderada por el dúo Yushenko-Timoshenko y la pro rusa de Yanukovich. Si bien es cierto que tras las revueltas naranjas llegó la victoria de los pro europeos, Yushenko y Timoshenko fueron eliminados de diferente manera del panorama político ucraniano, quedando el actual presidente Yanukovich como único y gran vencedor. La coraza protectora de Moscú permitió dicha victoria y sobre todo un progresivo alejamiento de Bruselas y de Washington y por lo tanto un incremento del autoritarismo en Ucrania. Rusia fijaba de nuevo sus ojos en esta república. ¿Por qué?
Dejando a un lado los intereses estratégicos que Moscú pueda tener en Ucrania, el Kremlin tiene un objetivo fundamental: evitar un acercamiento de Ucrania a Europa y su consiguiente democratización. Es éste el verdadero motivo que está detrás del apoyo casi incondicional de Putin a Yanukovich, a quien muchos ya consideran un cadáver político. Un avance de la democracia en Ucrania puede suponer un contagio incontrolable en Rusia. Por ello, Moscú ya se ha puesto algunas vacunas en forma de liberación del magnate de Yukos y de las cantantes de Pussy Riot. Sin embargo, está por ver si esto es suficiente.
Lo que empezó con una protesta contra un acuerdo comercial con Rusia se ha convertido en un enfrentamiento nacional que, en palabras del ex presidentes Kuchma, amenaza con convertirse en una guerra civil. La oposición está dividida, ya que ni Klitschko, ni Yatseniuk ni Tyahnybok parecen tener el carisma que antaño atesoraron Yushenko o Timoshenko. Por su parte, el Gobierno en pleno ha dimitido y las polémicas leyes antimanifestación ya han sido derogadas.
Ucrania es hoy un escenario propio de una película de espías donde Rusia y la Unión Europea compiten por hacerse con el botín. La Cumbre Rusia-UE ha sido escenario del último episodio. Por un lado, el presidente Putin ha dejado claro que Rusia defiende el mantenimiento de la doctrina Primakov o, lo que es lo mismo, el control de la política exterior de las ex repúblicas soviéticas. Por otro lado, la Unión Europea no para de mostrar su apoyo público a la oposición con declaraciones del propio Van Rompuy y con visitas de la Alta Representante Catherine Ashton y del Comisario de Vecindad Stefan Fule. Todo ello bajo la lejana mirada de los Estados Unidos, que parecen más interesados en sus asuntos internos que en los problemas del Viejo Continente abandonado así su destino manifiesto.
En definitiva, aquellos que pensaron que la caída del Muro de Berlín supuso el fin de la Guerra Fría deberían saber que después llegaron otros episodios como Bosnia, Kosovo, Ucrania, Osetia y ahora de nuevo Ucrania. Por el momento, el pulso le ha salido caro al presidente Putin: 15.000 millones de dólares y una rebaja sustancial del precio del gas que le vende a Kiev. Las próximas semanas serán aún más complicadas para Moscú, ya que todo el mundo estará pendiente de lo que ocurra en Sochi. Allí Rusia se juega buena parte de su futuro. Por otro lado, la Unión Europea ha apostado fuerte por Ucrania, ya que está en juego la credibilidad de su Política de Vecindad. Por último, está la postura de EEUU, que parece clave para determinar el futuro de Ucrania. No obstante, la política de apaciguamiento de Obama con Rusia no hace prever un futuro muy halagüeño para los manifestantes de la Plaza de la Independencia de Kiev.
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