
Quousque tandem
Luis Chacón
Pasión, muerte y resurrección
Crónica levantisca
LA cabeza puso la vista en las cúpulas de la capilla del Hospital de las Cinco Llagas, sede del Parlamento andaluz, mientras abajo seguía el ruidoso mantra. Madrid castiga a Andalucía; son ustedes, los corruptos, quienes manchan el nombre de esta tierra; Andalucía está al frente del paro juvenil; nuestra comunidad es ejemplo de cómo frenar las políticas neoliberales... Las sesiones parlamentarias del miércoles y el jueves no pasarán a ninguna historia, bastó que Zoido volviera a repetir que él se queda en Sevilla, para que las cabezas se alzasen. Nada nuevo, todo viejo, una dialéctica tramposa, inútil, el discurso político concebido como dos hinchas discuten sobre sus respectivos equipos, datos retorcidos para el mismo argumentario, aplausos de plástico, ovaciones de mentira. Cerraría el Parlamento, pero en sentido literal: sellaría sus puertas para que los 109 diputados reflexionasen durante un mes, sin salir a la calle y sin ver la televisión; como mucho, les dejaría el patio circundante para correr por la mañana o pasear por las noche. Sin asesores que les llevasen el maletín ni los acompañasen a mear ni se adelantaran a abrirles las puertas. Como barones rampantes, al cabo de un mes querrían pisar la realidad. A punto han estado de convertirnos en Bartleby, en escribientes que se niegan a escribir, aburridos, sin esperanza, como los ciudadanos. Preferiría no hacerlo.
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