
La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La plaga de las lámparas de mimbre en los bares de Sevilla
La ventana
COMO corajudo y honesto luchador por la democracia que fue veo correcto que a Marcelino Camacho se le dedique una glorieta en Sevilla. Dicho lo cual también creo que deberíamos mirar más cerquita y sin necesidad de hacerlo al ombligo. En Sevilla tenemos en perfecto estado de revista a tres sindicalistas que acompañaron a Camacho en toda su obra y que, junto al soriano, sufrieron aquel tenebroso proceso 1.001, uno de los últimos coletazos de la oprobiosa. Eduardo Saborido, Fernando Soto y Paco Acosta viven y colean ahí al lado y bien podrían ser también protagonistas de este reconocimiento a la lucha sindicalista más auténtica. Nada que ver con ese sindicalismo maloliente plagado de facturas falsas que hoy padecemos. Como Marcelino, o más, estos tres sevillanos son tan merecedores de figurar en el callejero de Sevilla, su ciudad.
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