La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
El balcón
LA de Lampedusa es la última tragedia de la inmigración desesperada. Una alerta. Los 200 muertos de golpe impresionan, llenan páginas de diarios y minutos de televisión. Por goteo, uno a uno, los mismos doscientos habrían sido una noticia insignificante. No hay que irse tan lejos para contar muertos que huyen de la miseria o la tiranía. Andalucía es una enorme frontera en el sur de la Unión Europea. A sus 800 kilómetros de costa llegan cientos de embarcaciones de inmigración clandestina al año.
Las mafias dedicadas a este transporte trazan viajes de cientos de kilómetros. Cruzan el Estrecho en oblicuo, para evitar controles y radares, en una odisea con olas como castillos en alta mar. Montan en embarcaciones de 12 metros cuadrados a medio centenar de personas. Si se averían los motores, quedan a la deriva, sin agua ni comida. A veces, como en Lampedusa esta semana, los abatidos pasajeros incendian sus mantas para que les localicen, arden las barcas y se van a pique.
Con frecuencia, el balance es dramático. Se calcula que en el último cuarto de siglo han muerto en las costas de Andalucía y Canarias unas 20.000 personas en naufragios. Todos juntos causarían una conmoción mundial. Uno a uno, pasa como con las víctimas de los atentados en Irak o Afganistán; dejan de ser noticia, no emocionan. Parecen historias ajenas. Pero nuestro mundo es cada vez más mestizo. Sin ir más lejos, hay 600.000 inmigrantes en Andalucía.
La propia Lampedusa es un perfecto ejemplo de mestizaje: esa isla forma parte de la plataforma continental de África; está a unos cien kilómetros de la costa de Túnez. Administrativamente es territorio italiano; pero está a doscientos kilómetros de Sicilia. Así que eritreos y somalíes se lanzan como locos al mar para llegar a un primer mundo mucho más próspero que el suyo, a pesar de la crisis.
La actual división entre ricos y pobres en el mundo es insostenible. Hay mil millones de personas en la UE, Estados Unidos, Canadá, Japón, Australia y Nueva Zelanda. Acumulan la mitad del PIB mundial y tienen una renta media de 33.000 dólares. La otra mitad de la riqueza del planeta la producen los 6.000 millones de habitantes restantes, que tienen una renta per cápita de 6.000 dólares. Hay un dato fundamental a favor de los países emergentes y subdesarrollados. Ese 15% de terrícolas ricos soporta el 85% de la deuda mundial, mientras el otro 85% de habitantes sólo ha tomado el 15% de la deuda. Tarde o temprano los saldos de renta y deuda se van a equilibrar. Viene una nueva era, que nos empobrecerá.
La actitud de Europa blindando sus fronteras, legislando contra quienes ayudan a los inmigrantes y llorando la tragedia de Lampedusa no es sólo hipocresía, sino profunda ignorancia sobre este desequilibrio. Y desconocimiento de que esta pugna la acabará perdiendo. ¡No se oye la alerta!
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