La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La generación del pico y la pala
Tribuna Económica
NOS anticipamos para preparar ya el curso; de entre las enseñanzas de la crisis, el esfuerzo en la formación, por parte de todos y a todos los niveles, es una de las más claras. En la formación está una de las claves de la productividad de las empresas, que han de exigirse a sí mismas una mano de obra cualificada para trabajos con valor añadido y remuneraciones correspondientes.
El curso pasado fue muy conflictivo por los recortes presupuestarios, pero también por la discusión sobre qué falla en nuestro sistema educativo. Hace un par de años publiqué aquí un artículo titulado El éxito escolar, donde daba unas cifras sobre los malos resultados escolares que casi tendría que repetir, porque son hoy prácticamente las mismas. No cabe duda que algo hay que hacer, y debemos tomarnos muy en serio con qué formación queremos enfrentar nuestro oscuro y difícil futuro. Se acaba de publicar un libro interesantísimo de Amanda Ripley: Los niños más listos del mundo, y cómo lo consiguen, donde compara, con experiencias concretas de estudiantes, la deficiente educación primaria y secundaria en Estados Unidos, con la de países con éxito como Polonia, Finlandia o Corea del Sur. El caso de Finlandia es conocido; se trata de un país donde hay un auténtico compromiso social para una educación pública excelente. El de Corea del Sur es menos claro, pues la competencia lleva a excesos que produce desequilibrios en niños y jóvenes, sometidos a una presión que está empezando a ser contraproducente.
Sin embargo, Polonia ha conseguido avances espectaculares en los resultados escolares con tres reformas: una, valorar al profesorado, darle autoridad y exigirle calidad; otra, reducir las materias básicas, y hacerlas atractivas viendo, por ejemplo, las aplicaciones prácticas de las matemáticas y el cálculo; y, por último, manteniendo a los alumnos el mayor tiempo posible en el sistema de enseñanza, como mínimo hasta los 16 años. Los alumnos se adaptan a cualquier exigencia bajo dos condiciones: una, ven el sentido de lo que están estudiando y el resultado de su esfuerzo; y dos, están inmersos en un sistema de estudio donde no tienen otra opción. Esta es la conclusión que Amanda Ripley saca de su estudio: "los niños tienen éxito en sus estudios cuando sólo se espera de ellos que tengan éxito". Personalmente, y aunque mi experiencia es en el ámbito universitario, he podido comprobar que estos principios, junto con la utilización de las herramientas informáticas y de comunicación de que disponemos (aunque no es lo más importante), aumenta el nivel de autoexigencia de los alumnos.
Pasar de la realidad digital, de los juegos y la banalidad en las redes sociales, a descubrir soluciones a los problemas reales, técnicos, de nuestra sociedad, es hoy el reto educativo. El razonamiento lógico a partir de lo concreto y ser capaz de un razonamiento complejo ante cuestiones engañosamente simples, tiene que completarse con el dominio de técnicas y sus aplicaciones. Es un programa ambicioso pero no imposible, pues los jóvenes responden a los retos cuando están bien planteados; son los políticos, los educadores, las familias, los que deben estar convencidos.
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