Víctor Santos Prados

Jamón y huevo frito para Bielorrusia en Sevilla

Vida y costumbres de una niña del Programa de Acogida de niños bielorrusos

04 de agosto 2013 - 01:00

Decía el filósofo canadiense Marshall McLuhan que "no hay pasajeros en la nave espacial Tierra. Todos somos tripulantes". Como si de un imperativo se tratase esta cita, un verano más las hermandades de Sevilla ponen en marcha el decimotercer Programa de Acogida de niños bielorrusos que este año ha recibido a más de 200 niños, a pesar de reducirse en un tercio los acogidos en los últimos cuatro años.

Desde que en 1986 explotara la planta nuclear de Chernobyl, se han realizado estudios de las posibles nocivas consecuencias sanitarias que pudiera deparar para los países fronterizos con Ucrania (lugar donde se localizaba la planta). Actualmente, siguen en el aire algunos interrogantes, pero ya se han vislumbrado secuelas en generaciones posteriores. Por este motivo, en el año 2000 la Hermandad del Cachorro, acompañada posteriormente por más de 20 hermandades, inició un plan social que tenía como objetivo garantizar familias de acogida en Sevilla a niños afectados por las condiciones en que viven, y ofrecer así una estancia de más de un mes. En este periodo, gracias al consumo de alimentos exentos de contaminación que no fueran los pesticidas conservantes, la atención brindada de manera desinteresada por instituciones sanitarias o las actividades de ocio que numerosas entidades como Isla Mágica o Aquópolis organizan, los niños aumentarían su esperanza de vida 18 meses aproximadamente.

Parte de este programa es Tania Zalataya. Esta joven de 15 años viaja a Sevilla con la Hermandad de la Amargura desde que tiene 8 años, y no contempla la posibilidad de abandonar este hábito. En una familia con dos hermanos (una de 17 años y otro de 21), ella se siente una más en los 40 días, aproximadamente, que pasa aquí cada verano. La mayor parte del tiempo lo pasa con Inés, su hermana de acogida, que la integra en su grupo de amigas y actividades diarias, como ir a la piscina o salir de compras. También dedican este periodo de vacaciones a mejorar el idioma de manera recíproca. Tanto Inés ayuda a Tania en el castellano, que hoy habla de manera totalmente fluida, como Tania enseña a Inés nociones básicas de ruso, como conjugaciones verbales o vocabulario elemental.

La introvertida cultura bielorrusa dista mucho de la vida callejera del sur de España, que además se acentúa en verano. Por ello, desde el principio, a Tania le sorprendía el tiempo que se vivía fuera de casa para cenar, pasear, o la cantidad de gente que se conoce. "¿Otra vez?", pregunta con incredulidad cuando le avisan los padres de acogida que tiene que arreglarse para salir a cenar fuera con unos amigos.

Uno de los principales focos del programa de acogida es la alimentación, y en el caso de Tania se centra en productos naturales. A pesar de que su comida preferida aquí es el archiconocido plato de huevo frito con patatas y jamón, su predilección son los dulces, por lo que le encanta aprender a cocinar recetas de bizcochos o tartas, instruida por Inés o su madre. Asimismo, se deleita con la amplia variedad de fruta que hay en verano, decantándose por el melón y la sandía.

stats