Monticello
Víctor J. Vázquez
El auxilio de los fantasmas
La ciudad y los días
DA para hablar y reír, más que para temer, al menos de momento, lo del canal francés Metéo: el verano de 2013 podría ser el más frío desde 1816, conocido como el año sin verano o el año del invierno sin fin porque la coincidencia entre una baja actividad solar y una erupción volcánica, que arrojó a la atmósfera 1.500.000 toneladas de polvo, provocó una caída de las temperaturas que originó pérdidas de cosechas y hambrunas en muchas partes del mundo. También -Wikipedia dixit- provocó unos increíbles atardeceres dorados que Turner plasmó en sus lienzos.
La curiosidad me lleva a bichear sobre aquel verano de 1816 que, según los meteorólogos franceses puestos en cuestión por nuestro Maldonado (con los partes que difunden los fanfarrones/ se hace Maldonado tirabuzones), se repetirá este verano que tenemos en puertas, para ver cómo estaban por entonces las cosas.
Lo primero que me encuentro es que Turner no fue el único que sacó provecho pictórico de una catástrofe: en julio se produjo el naufragio de la Medusa frente a las costas de Mauritania, dando lugar al célebre y terrible episodio de la balsa en la que durante 13 días de desesperación unas 130 personas se suicidaron, fueron asesinadas o sirvieron de alimento a sus enloquecidos compañeros de naufragio. El lamentable episodio inspiró a Gericault el célebre cuadro La balsa de la Medusa que hizo su fama cuando se mostró en el Salón de París de 1819 suscitando admiración y escándalo. Los artistas empezaban a descubrir lo rentable que podía ser el tratamiento atrevido de un tema sensacionalista.
En aquel frío verano de 1816 la cosa islámica estaba un poco como en 2013. Ese año un tipo simpático y un tantico fundamentalista llamado Seku Amadu declaró la yihad con tanto éxito que creó el imperio de Masina, llegó a conquistar Tombuctú, se cargó la fabulosa mezquita de Djenné, construida en el siglo XII, porque su belleza ofendía a Dios y prohibió el baile, el tabaco y el alcohol. Nada nuevo bajo el pálido sol de los años gélidos.
Aquel verano de 1816, exactamente el 6 de agosto, la gran Jane Austen, ya gravemente enferma, terminó la corrección de Persuasión, su última novela. No quiero imaginar cómo pudo ser ese verano gélido en Yorkshire. Mirando por el bien de las letras británicas Jane Austen tuvo la precaución de escribir su última obra el año en que nació Charlotte Brontë. Había heredera.
Esto fue el verano de 1816. A ver cómo se da el de 2013.
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